d

93 9 13
                                    

Cuerdas de nylon y una mañana diferente a todas las que solía vivir. Una mañana que en mis recuerdos veo vivida, como si recién hubiese ocurrido. Una mañana que sin duda me cambio la vida de una manera en la que nunca supe decir si fue para bien o para mal.

Dí más de veinte pasos cortos y cansados sin ir a un lugar en específico, pues todo ahí era nuevo para mi. El fresco aire que atraía el olor a tierra mojada, ese olor que siempre fue lo suficientemente fuerte como para inundarme la nariz, estaba presente ese día de enero. Un olor que en ocasiones llegaba a ser tan intenso que picaba. Un olor al que tarde o temprano, no sabía que me iba a tener que acostumbrar.

─Tocas bien.─ Esa fue nuestra primer interacción. Eras la primera persona con la que me había encontrado y por suerte estabas en soledad sobre una mesa de concreto que, suponía yo, estaba húmeda por la lluvia de la madrugada. Una lluvia bastante escandalosa si me lo preguntas.

─Gracias. Me tomó toda una semana aprenderla.─ El sonido del desliz de tus dedos sobre las cuerdas al soltar ese re mayor y la forma en la que inclinabas la guitarra estaba dándome a entender que ibas a prestarme atención. A veces me detengo y pienso que sería mejor si nunca lo hubieses hecho. ─No te había visto antes por acá, ¿Eres nuevo?

─Si.─ Te dí mi primer sonrisa, la cual a pesar de todo, no me arrepiento de haberte regalado. ─Mi padre consiguió un trabajo en esta ciudad, así que tuve que mudarme.

─Oh...─ Apartaste el instrumento y bajaste de la mesa. Pude ver asomarse en ti también una sonrisa pequeña. La primer sonrisa. Una sonrisa que ahora, me hubiese gustado mucho poder adorar desde el minuto uno, así habría tenido más tiempo. ─Entonces, me atrevo a decir que no conoces la escuela.

Negué. De hecho estaba por preguntarte si sabías dónde quedaba el salón 1-C, pero bastó solo ese movimiento para ver cómo colocabas la guitarra en el estuche y tomabas tu mochila. Ese día agarraste con tu pequeña mano mi brazo y sin preguntarme, me diste un recorrido por todas y cada una de las instalaciones. Ese día me hiciste sentir tan bienvenido en menos de una hora que, ahora que lo pienso, me doy cuenta que la gente más buena es la que más te hace sufrir.

─¿Cuál es tu nombre?─ Esa fue mi pregunta, la que irónicamente le da vida a esta historia.

─Brendon.─ Y esa fue tu respuesta, la que marcó el inicio de nuestro final. ─Brendon Urie.

dosed ;; brallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora