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Perder la noción del tiempo era algo a lo que tristemente ya estaba acostumbrado, pero nunca lo había disfrutado hasta ese entonces en el que, cuando me di cuenta, habíamos pasado varios meses juntos. Meses en los que éramos cada vez más y más cercanos.

Me atrevía y aún me atrevo a decir que nunca me había conectado tanto con alguien como lo había hecho contigo ese día, esa tarde y esa vida. Nunca antes había disfrutado con alguien el sonido de la lluvia hasta convertirla en música ni tampoco había reído tanto hasta sentir esa misma lluvia empapar mis pestañas. Quería y quiero confesar que nunca antes me había sentido tan cómodo mirando a una persona a los ojos ni tampoco me había sentido tan decepcionado de que las despedidas existieran.

Nunca había encontrado en alguien un lugar al cuál pertenecer.

─Mira allá.─ El recuerdo de ahora era una de esas tantas noches juntos, escapando del mundo. Mi mente aún tiene grabada con exactitud esa memoria. Era tu brazo sobresaliendo de la ventanilla del auto y la colorada punta de tu dedo la que señalaba entusiasmada a un acantilado. Por algún motivo que hasta la fecha desconozco, estábamos bastante lejos de la ciudad. ─Se ve lindo, ¿Vamos?

─Claro.─ Nunca supe cómo decirte que no.

Minutos después de haber parado el vehículo, espere a que bajaras para poder cerrar y en un par de fugaces pestañeos, estuvimos sentados en el césped, un poco alejados de la orilla pero aún con la capacidad de mirar todo alrededor. El brillo en tus ojos me dejaba saber lo fascinado que estabas con la vista. Tu voz no dejaba de decir lo bien que se veían las luces de los edificios más lejanos y el reflejo de la luna sobre el agua clara.

─¿No se ve todo hermoso desde aquí?─ Esa fue tu pregunta, una de las tantas que nunca pude responder con honestidad.

─Si...─ Tú no me mirabas. Estabas entretenido viendo el paisaje. ─Todo se ve hermoso desde aquí.─ Y yo estaba entretenido viéndote a ti.

Pero tú no te diste cuenta y en su lugar, decidiste recostarte. Volviste a agarrar mi brazo con tu delicada mano de la misma manera en la que siempre lo hacías y tiraste de él hasta hacerme ir hacia atrás. De ese modo fue que quede igual que tú, haciendo reposar mi espalda sobre la humedad de las hojas verdes, acompañándote en el viaje que tus ojos recorrían de estrella en estrella. Era una noche bastante linda si me lo preguntas.

─Dallon...─ Me llamaste pero aún sin dirigirme la mirada a mí. ─¿Podemos venir aquí más seguido?

Iba a bromear un poco y decirte que no, pero lo que me hizo reconsiderar mi sarcasmo fue ver la seriedad con la que tus entrecerrados ojos seguían apreciando el cielo, como si quisieras vivir en él.

─Si.─ Te sonreí. Sabía que no podías verme, pero sabía que podías escuchar mis sentimientos. ─Podemos venir siempre que lo necesites.

Con el paso de los días, ese se convirtió en nuestro lugar especial. De vez en cuando me buscabas en las noches para que fuéramos a dar de nuevo otra escapada de la realidad. Fue al cabo de un año cuando ese sitio ya era el centro y dueño de nuestros mejores momentos, solo que ahora, también es el escenario que aparece en la mayoría de mis sueños. Esos sueños en los que reímos, hablamos y volvemos a mirar juntos al cielo, pensando que en este mundo no hay nada que nos pueda herir.

dosed ;; brallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora