Lluvia...
La lluvia siempre me había parecido tan relajante. Y es que sentir los leves golpes de las gotas contra la ventana de mi cuarto es una de las pequeñas cosas de la vida que jamás cambiaría. La lluvia forma charcos, si los miras desde otra perspectiva, parecen lagunas, lagunas turbias por la suciedad de la calle. Nunca salgas lloviendo si vas con tu par de zapatos favoritos, podrías pisar algún charco y... ¡Adiós, zapatitos!
Era de noche y la luna resplandecía con su tenue luz, a través de mi ventana.
- ¿Aria? - Me llamaron desde la puerta de mi cuarto.
Esa voz tan tierna y fina era imposible no conocerla.
Camillie, mi hermanita menor de seis años está parada en la puerta de mi habitación. Su largo cabello rubio cae alrededor de sus hombros resaltando sus lindos ojos celestes. Lleva un vestido azul cielo a juego con sus ojos, el lindo vestido le cae hasta las rodillas y en sus blancas manitas trae su muñeca favorita, Priscila.
- ¿Si, Camillie? - pregunté mirándola con ternura, tan inocente, tan tierna, tan hermosa. El único ser puro de esta casa.
Le hice una seña para que se sentara conmigo en la cama. Ella vino dando saltitos y con dificultad, ya que era muy pequeña, se subió a mi cama.
- Mamá esta enojada, dice que bajes a cenar. - dijo ella casi en un susurro.
Camillie se ponía muy triste cuando mamá se enojaba. Le asustaba porque ella era muy impulsiva y a veces comenzaba a arrojar cosas.
- Quedate aquí ¿vale? - le dije con expresión seria. - te traeré la comida.
Ella asintió agarrando fuerte su muñeca. Bajé para enfrentarme al caos. Mi madre se encontraba en el sofá frente al televisor con una botella de vodka en la mano. Otra vez. Todo a mi alrededor era un desastre. El gran cuadro familiar estaba en el piso con el cristal que protegía la foto, roto. Los dibujos de Camillie que antes había en el refrigerador de la cocina ahora estaban esparcidos por el piso y varios de los jarrones que formaban parte de la decoración de la casa estaban rotos también. Pasé con cuidado de no pisar algún cristal y llegue hasta donde estaba mamá.
Estaba acostada mirando al techo con los ojos entrecerrados como si fuera la cosa mas interesante de su vida.
- Mamá... - la llamo captando su atención. - vamos, en cualquier momento llegará papá y sabes lo que pasara si te ve así.
Ella asiente y me dispongo a llevarla a su cuarto, subimos las escaleras de madera oscura a trompicones mientras yo me agarró con fuerza de la baranda para no caerme junto con mi madre.
Llegamos por fin a su puerta igual de madera oscura. La abro y me meto dentro con ella. La dejo encima de la cama mientras cierro la puerta para luego ir al armario de mamá y coger uno de sus tantos camisones de satén. En este caso, morado. Le cojo también ropa interior para llevarla al baño y dejarla sobre la pequeña encimera que esta al lado del lavabo.
Vuelvo a la habitación y veo que ella se esta quedando dormida así que me apresuro a despertarla.
- Madre. Vamos a la ducha. - le dije suavemente.
- No... A la ducha no. - me respondió como en protesta.
- Si madre. A la ducha, eso te ayudará.
Finalmente, entre tambaleos y empujones logre meterla a la ducha. Por fin. La bañe con suavidad ya que ella podía apenas sostenerse en pie.
Cuando termine la corta ducha, parecía que estaba un poco mas despierta, así que le coloque el camisón morado de satén y la lleve a la cama.
Se quedó dormida inmediatamente y fui a la cocina a prepararle un vaso de agua y una pastilla para cuando se despertara. La resaca iba a ser bastante bonita.
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Una lluvia incontrolable.
Teen FictionBajo una Luna testigo de todas nuestras acciones, de todos nuestros pecados, Aria Maddinson escapa de su casa con su pequeña hermanita Camillie, para jamás volver. Para ella, el pequeño pueblo en el que se encontraba su tía era su salvación. Lo que...