Capítulo 3

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(Y chic@s aquí tenemos a la tía Emma... Cumple con todos los rasgos.)

Sin más, los dejo leer.

Bien... Esto comenzaba a ponerse bueno. Sentía todas las miradas de los habitantes de la casa encima de nosotras.

- ¿Tienes problemas auditivos? - le dije en tono sarcástico.

Sentía precisamente la mirada de Asher y Jackson en mi.

- No, para nada. Simplemente te estoy dando la oportunidad de retirar lo que dijiste. - dijo ella acercándose a mi.

Me reí... Me reí porque esta chica daba gracia y lástima.

Me reí porque sobre todo, esta chica, no sabía con quién se estaba metiendo.

Todos menos Asher que tenía una sonrisita, me miraban confundidos y asombrados por mi risa repentina.

- Pues hoy no estas de suerte, Jessica. Siempre digo lo que pienso. Así que confórmate.

- No sabes con quien te estas metiendo... -  ella estaba roja de la rabia, sonreí internamente porque estaba logrando mi objetivo. Hacerla perder los estribos. - la verdad es que no sabía por que me caía tan mal. Así de gratis.

- No, querida. - Me acerco un poco más - la que no sabe con quien se mete eres tu. Yo jamás subestimaría a mi enemigo.

- ¿Quién te crees que eres? - aprieta los puños a sus costados.

- Soy Aria Maddinson. - le tiendo la mano y le guiño un ojo - mucho gusto.

Ella mira mi mano y no la toma así que ensancho mi sonrisa y la retiro.

- ¿Donde están tus modales, Jessica? - añado con ironía.

- En lo más hondo cuando se trata de ti.

Me reí. Diablos. Esto sí que era gracioso.

- Es patético. Te crees princesa y no sabes ni en que cama dejas la corona. - dije para mirarla de la misma manera.

Te pasa por... Ya sabes por... ¿Y yo que se? Te pasa por estúpida y listo.

Sentí un "Uh" por parte de Asher y mantuve mi expresión.

Me retiré y me despedí con un asentimiento de mis invitados a lo que ellos correspondieron.

- ¡Esto no se queda así, Maddinson! - gritó a los cuatro vientos Jessica.

- Cuando quieras Jessica. - respondí con tranquilidad.

- ¡Para ti es Cooper! - siguió gritando.

- Pues hasta la próxima... Cooper.

Y esas fueron mis últimas palabras antes de subir a mi habitación.

Me doy una ducha. Las gotas frías que caen de la regadera relajan mi tenso cuerpo.

Me cambié de ropa y me puse algo mas cómodo. Cogí una de las muchas pijamas que me compró mi tía, entre ellos, uno negro que cae a mitad de mis muslos y tiene unas finas tiras que rodean mis hombros.

Uf, y vuelvo a ser yo. Aria Maddinson.

Me dejó caer de espaldas en mi cama. Suspiro pesadamente.

No extraño al gilipollas de mi padre. Pero si extraño a mi madre. Que si, que era una maldita alcohólica. Pero, joder, era mi madre.

Extraño las noches en las que me acostaba a su lado y comenzaba a abrazarla. Porque se sentía sola, al igual que yo. Nos sentíamos solas.

Y ahora, siento un gran vacío en mi pecho. Un sentimiento de culpa por haberla dejado se expande en mi interior.

Una lluvia incontrolable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora