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Wanda había pasado los últimos dos días preguntándose qué hacer con Nat. ¿Podrían hacer que funcione? No estaba segura de ser capaz de eso. Pensar en ir a por ello era como pisar una pieza de Lego. Sin embargo, ahora que se había despertado ante la perspectiva de algo, tenía su atención. Ese beso llamó su atención. Ella estaba en relaciones públicas y marketing ¡por el amor de Dios!; la atención era el alma de su negocio. Atención era lo que pasó su vida tratando de lograr.

Natalia llamó su atención, pero no tenía idea de cómo manejarla. Wanda no quería ser responsable de transmitir cualquier residuo de su educación a una niña. Ella nunca se perdonaría a sí misma.

«¡Nunca te quise de todos modos! Eres una piedra alrededor de mi cuello».

Esa había sido la frase favorita de su madre.

El trabajo era la distracción perfecta. Era algo que Wanda sabía, algo en lo que ella era buena. Su vida tenía rutina y le gustaba. Sin embargo, Nat hacía que su rutina fuera más difícil de enfocar. Haciendo que su mente corriera por caminos desconocidos. Nat le estaba haciendo señas para deshacer su vida perfectamente atada. Solo el pensamiento hizo sudar a Wanda.

Acababan de hacer que una campaña llegara a un montón de periódicos nacionales, lo que hacía feliz al cliente y elevaría un poco más las acciones de su empresa. Normalmente, a Wanda le hubiera gustado mucho eso, pero hoy su mente estaba nublada. Al menos estaría almorzando con Agatha Harkness, lo cual fue bienvenido. Su primer encuentro había ido bien, y Agnes ahora quería el consejo de Wanda sobre un asunto delicado. Wanda esperaba que fuera relacionado con el trabajo y nada personal. Ella era buena resolviendo problemas prácticos. Era lo emocional lo que ella encontraba más complicado.

Agnes estaba esperando cuando llegó a Le Déli-Cieux., otra razón por la cual a Wanda no le había importado salir de la oficina. ¿A quién no le gustaba una reunión de negocios que implicaba una cena elegante al estilo francés? Agnes estrechó su mano con gusto antes de sentarse.

–Gracias por venir. He pedido una botella de tinto. Por la expresión de tu rostro, parece que podrías necesitar una copa.

¿Era ella tan transparente?

–Ciertamente ha sido una semana difícil.

Agnes se echó hacia atrás cuando llegó la bebida. –Espero no añadir nada a tus problemas. Primero, las buenas noticias. Al consejo le encantaron tus ideas, por lo que el contrato ha sido confirmado. Como suelo decir, haz esto bien y el cielo es el límite con nosotros.

–Sin presión–. Wanda le dirigió una sonrisa, el orgullo de ganar el contrato la hizo sentarse más erguida. Trabajar, ella podría hacer eso. No era así como normalmente hablaba con un cliente, pero de alguna manera, ella y Agnes habían hecho clic.

–Ninguno en absoluto–. Agnes se echó a reír y luego sorbió su vino. –También tenemos una pequeña crisis en nuestras manos y necesitamos tu ayuda.

Wanda se inclinó hacia adelante. –Soy toda oídos.

Agnes se inclinó ligeramente para examinar los lóbulos de Wanda. –También son muy delicados, debo decir.

Una advertencia subió por la columna vertebral de Wanda mientras el aliento de Agnes acariciaba su piel. Ella se sentó, frunciendo el ceño. ¿Agnes se acercaba a ella? Alejó el pensamiento, enfocándose en lo que estaba diciendo.

–Como decía, a nuestro Chocolate Plaisir, lo estamos produciendo en una nueva fábrica con maquinaria nueva. Se ha invertido mucho dinero en este lanzamiento, por lo que tiene que ir bien.

Wanda asintió con la cabeza. –Entiendo.

Agnes golpeó sus dedos en su copa de vino. –Pero tenemos un problema. Cada vez que se llena uno de los frascos, un dispositivo con un círculo de metal empuja la extensión hacia abajo para suavizar la parte superior y luego se coloca la tapa. ¿Tiene sentido hasta ahora?– Wanda asintió nuevamente. –Esto funcionaba como un reloj hasta hace poco, cuando alguien detuvo la línea después de darse cuenta de que faltaban algunos de los discos de metal. Seis de ellos, para ser precisos. Se cambian cada pocas horas porque, de lo contrario, se obstruyen demasiado. Se limpian y luego vuelven a trabajar en la línea de producción. Pero de alguna manera, seis de ellos han desaparecido. Un poco de investigación sugeriría que han caído en seis frascos. Pero no sabemos qué o dónde están esos frascos. Cuando estamos a punto de lanzar una campaña de marketing masiva en todo el país, no necesitamos que un niño abra un frasco de chocolate para untar y se corte en un disco de metal. Esa sería la última pesadilla de relaciones públicas.

𝗝𝗲 𝘃𝗲𝘂𝘅 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗲 𝘃𝗼𝘂𝘀 𝗮𝗶𝗺𝗲𝗿 || WandaNatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora