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Nat acababa de terminar su segunda boda de la semana y estaba lista para irse. En cambio, tenía que recoger a Rose en casa de Caitlin y Sara. Natalia las amaba a ambas, eran su tipo de personas: divertidas, y también honestas sobre la crianza de los hijos y lo difícil que podría ser. Su hijo Thomas tenía tres años y era hermoso, pero también travieso.

Cuando Nat les contó sobre sus dilemas de cuidado infantil los fines de semana, se ofrecieron como voluntarios para ayudar cuando podían. Thomas y Rose se cayeron bien, así que Nat les había aceptado su oferta, insistiendo en pagarles en efectivo o vino. Eran su reserva si la familia o el cuidado de niños fallaban, y Nat no sabía qué haría sin ellas.

Esta noche, cuando se detuvo en el apartamento se quedó quieta. Había una mujer riéndose con su amiga en la acera que se parecía a Wanda. El cabello corto y oscuro hizo que Nat recuperara el aliento. Había estado concentrada todo el día, pero ahora su corazón dio un vuelco. No era la primera vez que esto había sucedido desde su desafortunada cita.

Había pasado una semana y no había escuchado nada. Wanda había enviado un mensaje de disculpa la noche de la cita fallida y prometió hacer un seguimiento, pero desde entonces, nada. Nat había pensado que una vez que Wanda superara la conmoción, podría contactarla. Ella se había equivocado. Se preguntaba si debería tomar las riendas, pero no era tan fácil. Su ego era frágil y no quería volver a ser derribada. Una vez había sido suficiente.

Salió del auto y golpeó los nudillos en la puerta de Caitlin y Sara; Escuchó a alguien bajando las escaleras, luego las instrucciones ladraron: –¡Thomas! ¡Permanece allí!– Una pausa. –¡Sara! ¿Puedes atraparlo?– Ella sonrió mientras esperaba. La puerta se abrió y Caitlin le sonrió, seguida de un abrazo. –Adelante. Cuidado con la bicicleta–. decía lo mismo cada vez que Nat aparecía en su casa.

–¿Puede Thomas abrir la puerta de la escalera, ahora?– Nat siguió a Caitlin escaleras arriba.

–No pondría nada más allá de nuestro hijo. Pequeño genio astuto, eso es lo que es–. Caitlin lo levantó cuando cruzó la puerta y le besó la mejilla. –¿Que eres?

–¡Un maldito genio!– Thomas respondió.

Fuera de la vista, Nat escuchó a Sara reír. –¡Aunque no lo creas, lo aprendió de Cait, no de mí!– Gritó.

–Mentiras, todas mentiras–, respondió Caitlin mientras entraba a la sala.

Cuando Rose vio a su madre, se acercó y aplaudió. –¡Mamá!– Estaba muy lejos del puchero con el que la había dejado esta mañana.

Nat se inclinó para darle un beso. No importa lo cansada que estuviera, ver a Rose siempre le levantaba el ánimo. –¿Fuiste buena con tía Caitlin y tía Sara, cariño?

–Ella ha sido más que buena, ¿verdad, pequeña?– Caitlin se sentó en el sofá de al frente justo cuando Nat también lo hizo, a su lado Sara se movió. –Ella ha estado jugando con Thomas y vimos a Mary Poppins, ¿no? Donde Rose se quedó dormida.

–¡Mare-wee!– Rose se dio la vuelta en círculos frente a Nat, su entusiasmo aumentó.

–¿Fue el terrible acento de Dick Van Dyke al que renunció?

–Roncó todo el camino–. Sara sonrió. –Déjame traerte una bebida y puedes contarnos todo sobre tu día.

–Sí a la bebida, pero el día era bastante regular. Novia, novio, invitados, pastel, cena, baile. Solo una vez, me encantaría una boda diferente. La gente no parece darse cuenta de que los fotógrafos también necesitan variedad.

–Suena como trabajar en revistas. La misma mierda, un día diferente–, dijo Caitlin, sentada en el sofá de cuero marrón de enfrente.

–¿Cómo va el mundo de la salud y la aptitud femenina?– Preguntó Natalia.

𝗝𝗲 𝘃𝗲𝘂𝘅 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗲 𝘃𝗼𝘂𝘀 𝗮𝗶𝗺𝗲𝗿 || WandaNatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora