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𝖅𝖍𝖆𝖓

- Despierta. ¡Despierta! ¡Despierta! - un golpe en la cara y otro en el costado lograron el cometido.

Mis ojos querían continuar cerrados. Una razón era la sangre descendiente de mi frente y acumulada en mis párpados y, otra, el sueño dado por la sustancia relajante. Puse resistencia pero consiguieron inyectarme lo mismo que utilizan con los novas, también funcionaba con nosotros por lo visto.

- Levanta. ¡Levanta, traidor!

Un guardia clavó sus uñas en mi hombro obligando a poner los pies sobre el suelo. Enseguida me sostuvieron entre otros dos cuando era incapaz de andar por mi cuenta. Me había convertido en un lastre.

- Llévenselo - ordenó con la mano en alto.

Arrastraron mi cuerpo a lo largo de numerosos pasillos. Mi vista borrosa dificultaba localizarme y un sonido fuerte y ensordecedor impedía escuchar la conversación de los demás. Lo más probable es que estuvieran insultando mi estampa, lo comprobé cuando uno escupió saliva sobre mí.

Tras unos segundos que parecieron eternos, unas grandes puertas dobles, pesadas y de madera oscura, se abrieron ante nosotros, dando a una estancia circular sin vanos cuyo centro acababa en una cúpula alta.

Con fuerza, hicieron chocar mi espalda contra una columna de hierro y cemento, atando mis muñecas a una cadena que descendía de la parte superior de esta y elevando mis brazos lo suficiente para que fuera incómodo. Claramente buscaban eso.

- Recibirás tu merecido, traidor - patearon mi bazo.

Supe que aquello no terminaría bien. El castigo por traición a la raza era el peor de todos, doloroso, lento y despiadado. Un buen espectáculo para alguien con sed de venganza y de sufrimiento, como lo era Hu Bing.

Mi cuello no podía sostener el peso de la cabeza, aumentando la molestia de la posición en la que me colocaron. Como mucho, lograba mirar hacia los lados encontrándome con una sorpresa desagradable a pocos metros a la derecha.

- ¿A-Ke? - susurré su nombre. - A-Ke.

Ella estaba encadenada al igual que yo, en otra de las cuatro columnas levantadas en el centro de la habitación. Parecía inconsciente, tal vez la dosis le afectó más que a mí o ni siquiera se habían preocupado de despertarla. De todas maneras, a los dos nos esperaba el mismo destino.

- A-Ke.

- ¿Mm? - comenzó a moverse lentamente gracias a mi voz.

- A-Ke, despierta.

- ¿A-Zhan? - abrió con pesadez los ojos.

- Sí.

- ¿Dónde... dónde estamos?

- No lo...

- Estáis en mi sala de juegos, hija - dijeron desde la oscuridad.

Dificultosamente elevamos las miradas hacia el frente, donde un trono negro sobre un podio de dos escalones le otorgaba un asiento al líder de los primeriors. Él nos miraba fijamente, con superioridad y una sonrisa dibujada en sus labios.

Parecía un dios con el poder de decidir sobre la vida y la muerte de los demás. Lo que seguro estaba haciendo en estos momentos, pensando a quien mataría primero o quizás si hacerlo a la vez.

Doble sufrimiento y doble muerte igual a doble satisfacción.

- ¿Qué... vas... a hacernos? - preguntó con cansancio.

- An Ke... ¿eras mi hija pero no sabes cuál es el precio a pagar por traicionarme? ¿De verdad fuiste tan estúpida como para ayudar a esa organización que rescata novas y luchar en el bando contrario a mí?

𝐸𝐿 𝐶𝑂𝑁𝐷𝐸 𝑍𝐻𝐴𝑁 (𝒁𝑯𝑨𝑵𝒀𝑰) /FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora