5.

1.4K 248 51
                                    

No sé en qué momento sucedió. Pudo ser porque mis fuerzas flaquearon o porque estaba en shock o porque simplemente él hizo ese gesto sin pensar, pero allí estaba. Allí estaba siendo cargado en brazos por ese ser.

Una vez leí que los vampiros eran hijos del diablo y como tales causaban el mal adonde quiera que fueran. Suelen comportarse como personas normales para engatusar a sus presas y luego comérselas. Les chupan la sangre hasta la última gota sin compasión, sin arrepentimiento. Podías suplicarles hasta de rodillas pero sería inútil. Ellos son despiadados y crueles; monstruos;  seres a los que hay que temer y huir cuando se les viera.

Y por todo eso me cuestionaba: ¿por qué no siento miedo? ¿Por qué no tengo la necesidad de alejarme de él? ¿Por qué me salvó?

Las gotas de lluvia que caían sobre mi cara me hacían querer cerrar los ojos, pero no les dejaba. Ellos tenían una orden impuesta por alguien desconocido externo a mí y no podían desobedecerla. Esa orden era mirarlo. Mirar como el agua mojaba su pelo y bajaba por su perfil, como su vista se dirigía al frente concentrándose en el camino, como ese brillo rojo seguía en sus pupilas.

Recordé la clase de historia del arte. En el románico, las figuras que se esculpían eran deformes, no tenían un aspecto real, parecían casi monstruosas. No las hacían así porque no supieran hacerlo bien, sino por que seguían la forma de Dios, la Dei Formitas. Lucifer fue un ángel que se enfrentó contra Dios y fue desterrado. Casi todos saben sobre él, pero su historia va más allá. Lucifer no solo era un ángel, sino que era el ángel más hermoso. Por ello, las personas del románico relacionaron la belleza con la maldad. Todo lo bello era malo, de ahí sus esculturas.

Esa relación se mantuvo en mi mente por un rato. La belleza es lo mismo a la maldad. Según el libro que leí los vampiros son pura maldad, por lo que son bellos. Podría decirse que todo encajaba ya que quién me sostenía tenía una belleza sin igual y era un vampiro, pero no era así.

Por mucho que quisiera convencerme no lo conseguiría. Él no era malo. Sus actos y su paciencia me demostraron que era diferente, que podía controlarse aunque sólo fuera un poco.

Su hermano fue tocado por Zi Yi y este enloqueció en pocos segundos. Yo ayer lo toqué dos veces y no me hizo nada. A lo mejor tuvo que poner mucha fuerza de voluntad, pero no lo hizo. No me atacó y ahora acababa de salvarme. ¿Qué ser era aquel que me cargaba?

- A-Yi, ¿estás bien? A-Yi.

Una voz hizo que saliera de mis pensamientos.

- ¿Qué?

- ¿Estás bien? - repitió mi amiga preocupada.

Lo estaba. Estaba bien pero a la vez sentía algo raro. Mi cuerpo pesaba como el hormigón y mi corazón latía tan rápido como la locomotora de un tren.

- Está en estado de shock, se le pasará en un rato. Se pondrá bien.

Su tono tranquilo e inalterable me traía paz. Aunque me estuviera desangrando, si él llegara a decirme "estás bien" lo creería.

¿Estaría usando algún hechizo de encanto sobre mí para luego matarme? Cualquier hipótesis o idea podría ser verdadera.

Al igual que de repente estaba en sus brazos, ahora estaba sobre la cama. La llegada se me hizo muy corta. En nada, dejé de sentir el frío de su piel, un frío que me calentaba.

- Quédate con él - escuché pasos que se alejaban.

- Un momento... él... me dijo algo... antes.

- ¿El qué?

- Es una tontería, pero... ¿so... sois...?

- No nos tengas miedo. Ni tú ni él debéis temernos. Mi hermano no puede controlarse del todo, pero no es un asesino.

𝐸𝐿 𝐶𝑂𝑁𝐷𝐸 𝑍𝐻𝐴𝑁 (𝒁𝑯𝑨𝑵𝒀𝑰) /FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora