Capítulo 3: Free

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Martes 23 de octubre del 2018.

Hora: 7:14 am.

Me aferré a Ryomen cuando la moto frenó en uno de los espacios del estacionamiento del instituto. El sonido seco, pero fuerte del modelo KTM 790 Duke 2018 golpeó mi audición. Afloje el agarre, dejando que las manos tomarán el casco y lo deslizaron en silencio hasta revelar mi cara somnolienta. La ráfaga de viento de esa mañana echó mis cabellos hacia atrás con cierto revoloteo.

—Bien, nos vemos luego. —Con cuidado me baje de la moto y tome mi bolso. Unas cuantas sacudidas al uniforme bastaron para darle la misma apariencia ordenada que poseía en la mañana. La sensación punzante al mirar el gran edificio me hizo sonreír a medias, tenías ganas de verlo.

— ¡Eh, niñato, se dice gracias! —La voz ronca detiene mis pasos. Desliza el casco hasta quedar libre de él, los mechones revueltos caen por su frente y otros se mantienen intactos. La expresión arrogante de siempre sigue estando tan presente mientras pasa su mirada por mi rostro—. No todos los días tengo el tiempo para traerte.

— Vale, vale, lo pillo. —Rodé los ojos—. No hace falta ser tan borde.

Me observó con fastidio antes de sacar una cajetilla de cigarros del bolsillo de la cazadora. La calada silenciosa viene acompañada de una expresión llena de altivez que van con su imagen. Los vaqueros ceñidos con elegancia al igual que la playera blanca le dan un toque maduro y jovial a la vez.

—Tú te lo buscas. —Saboreó la intensidad del Flavor antes de soltar el humo de la nicotina en una línea recta. Su mirada, como de costumbre, se perdió en el cielo sin mucho interés mientras alejaba el cigarrillo rojo de marca Marlboro—. En fin, vendré por ti a eso de las cuatro y si no te veo...

—Tendré que volver a casa a pie —terminé por él. No hacía falta ni siquiera recordármelo, la regla de oro se había convertido en un rezo constante desde la primera vez que me trajo. Exhalé y relajé el rostro mientras aún lo veía. Los dedos de la mano izquierda se deslizaron por el asa de la mochila inconscientemente, como un tipo de tic nervioso que me iniciaba a mantener la calma y seguir charlando como si nada—. No te preocupes, estaré aquí antes que tú.

Ryomen dio una profunda calada. La comisura de su labio se alzó con sorna y estalló en una carcajada seca cuando el humo fue expulsado de su boca.

—Eso lo vamos a ver. —Me echó una rápida mirada con lo que reconocí era incredulidad. Los dientes sujetaron el cigarrillo, permitiendo que las manos tomaran nuevamente el casco para traerlo devuelta a su cabeza—. Ahora vete, de seguro que los mocosos esos con las que te la pasas te deben estar esperando.

Las quejas de su forma hostil de expresarse de mis amigos quedan a un lado cuando arrancó. Decidí no darle importancia; no gastar saliva en palabras que ni siquiera serían escuchadas. La vista periférica recorre la zona antes de que tome la iniciativa de adentrarme a las instalaciones del instituto. El bullicio de los estudiantes revienta en mi audición con conversaciones difusas. Miro los alrededores, las pisadas y carcajadas de algunos se mezclan casi al unísono.

No me gusta el colegio, me parece una sociedad bastante extraña. La arquitectura ambigua cuenta miles de historias. Un personaje ejemplar es aquel hijo del director que se atrevió a robar el busto dedicado a la memoria del fundador; o la estudiante de tercer año que la encontraron atragantándose con el miembro del profesor de religión. También están las telenovelas dramáticas de que no sé quién le quitó el novio a tal fulana y terminaron en un boxeo barato en pleno patio. ¡Y cómo no! No se puede olvidar la leyenda que se rumorea del duende que se aparece por las noches en el club de baloncesto y que quien lo vea no se gradúa.

Cámara encendida // GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora