Jarom, un joven convertido en duende como castigo de un hada.
Exiliado del mundo de los duendes, atado al bosque por un tesoro que debe entregar para poder librarse del castigo, sin poder ser visto por los humanos que no creen en los duendes y sin p...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Horas después de verme con Elina en el bosque regreso a casa con el corazón lleno de esperanza, pronto podremos salvar a mi madre y todo volverá a la normalidad.
Mi padre está destrozado, lo veo sentado en un rincón de la sala llorando, lleno de dolor y rabia; quisiera poder contarle sobre mi boda y la oportunidad de salvar a mi madre pero eso implicaría dar muchas explicaciones y empeoraría las cosas porque no puedo revelarles el secreto de Elina.
Aún no puedo explicar lo que sucedió con la cosecha de manzanas, es algo muy extraño y no encuentro una razón; parece un acontecimiento sobrenatural, y si es así, ¿qué o quién lo hizo?
Tratar de animar a mi padre no serviría en este momento, lo mejor que puedo hacer es acompañar un rato a mi madre, no sería bueno que ella se entere de lo que pasó, pero se preocuparía si ninguno de nosotros va a verla como lo hacemos regularmente. Me dirijo hasta la habitación y entro con mucho cuidado por si acaso se encuentra dormida, no quiero interrumpir su sueño. Ella gira su cabeza en mi dirección y me mira fijamente con sus grandes ojos azules; aun no me acostumbro a ver su rostro demacrado y su cuerpo tan débil pero actúo de la mejor forma posible.
—¿Cómo te sientes? —Mi pregunta es un poco estúpida pero no tengo una mejor forma de comenzar una conversación con ella.
Se intenta sentar en su colcha y me dispongo a ayudarla enseguida hasta que su espalda está recostada de la pared y me aseguro de que su posición sea cómoda.
—Como siempre, no te puedo mentir —curvó un poco sus labios como muestra de una sonrisa—. ¿Qué está pasando?
—Nada, todo está bien —sonreí sin separar mis labios, esperando que no se de cuenta de que le miento.
—Te conozco, Jarom. Por favor, no me mientas, no se te da muy bien mentirme —comentó con cierta preocupación.
—No te miento ma... —Ella me interrumpió y no me deja terminar la oración.
—Hijo... Dime la verdad. Escuché a tu padre sollozar y ambos sabemos que él no es de estar llorando por cualquier cosa.
No doy respuesta. Bajo la mirada hacia el suelo para tratar de evitar que vea mis ojos humedecidos, y deseo que las lágrimas no salgan porque me pondrían en evidencia.
—Jarom, ¿no vas a decirme la verdad? —Inquirió arqueando su ceja izquierda.
No me queda de otra que decirle lo que está pasando, ella es muy inteligente e intentar mentirle no tiene sentido, se daría cuenta enseguida y se enfadaría mucho.
—Hubo un problema con la cosecha —respondí y apreté mis labios porque deseo no tener que seguir contándole—. No sabemos cómo, pero..., la cose... La cosecha se perdió —retengo mis lágrimas porque llorar hará que ella se preocupe mucho más.
Sus ojos se llenan de lágrimas y gira su cabeza lentamente en dirección a la ventana como buscando fuerzas más allá de la habitación.
—Ya lo han hecho todo por mí..., y nada ha funcionado... Ya no sigan queriendo cambiar mi destino, yo... Yo voy a morir tarde o temprano —su voz se quebró y comenzó a llorar llevando su mano al pecho.