Jarom, un joven convertido en duende como castigo de un hada.
Exiliado del mundo de los duendes, atado al bosque por un tesoro que debe entregar para poder librarse del castigo, sin poder ser visto por los humanos que no creen en los duendes y sin p...
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Narradora: Rachel Gardener
Estoy tan molesta con el estúpido duende chismoso. ¿No podía quedarse con la boca cerrada? No sé quién le dijo que podía meterse en mi vida y contarle a mi hermanastro lo que por tanto tiempo le he ocultado. Realmente no me importaba mantener oculto los maltratos de Ginger con tal de no causar más problemas, de igual forma, cuando cumpliera mi mayoría de edad iba a marcharme y todo esto solo sería parte del pasado. Pero viene él a soltar la lengua justo en este momento.
Sin poder entrar en la habitación de Darcy, camino hacia mi habitación porque es el único lugar en donde tendré un poco de privacidad; por lo menos hasta que Adler decida venir.
Me siento en el piso recostando mi espalda de la cama y abrazando mis piernas. Mi frente reposa en mis rodillas y cierro mis ojos.
Tendré que rogarle a mi hermanastro para que no le reclame a su mamá, aunque posiblemente eso no funcione. No quiero ser la causante de otro problema, ya mucho me odia la bruja como para darle otra razón para hacerlo. Sí, Adler va a lograr que Ginger me trate bien, ¿pero hasta cuándo será eso? ¿Qué pasará cuando él se vaya?
Después de unos minutos escucho unos suaves golpes en la puerta y esta se abre lentamente. Ad, asoma su cabeza y lo observo con un solo ojo.
Muevo ligeramente mi cabeza en señal de afirmación.
Él da unos pasos y se sienta a mi lado ocasionando que nuestros brazos queden en contacto. Me mira de una forma extraña que no consigo entender. Pensé que estaría molesto por no decirle nada de lo que su mamá me hacía, en cambio, sus ojos brillan y se muestra sonriente.
—¿Qué pasa? —Enderezo mi espalda y lo miro a la cara, nerviosa por tener que hacerlo—. ¿Por qué me miras así?
Con su mano derecha me toma por la mejilla, se inclina hacia mí y me besa.
Me quedo paralizada pero luego me dejo llevar y cierro mis ojos. El rose de nuestros labios es apasionado e impaciente, como si se tratara de un beso que esperamos por mucho tiempo.
En la habitación solo se escucha nuestra respiración y en mi mente no hay nada que interrumpa este momento.
Poco a poco nos separamos y abro mis ojos lentamente para encontrarme con el rostro alegre de Adler.
—Me gustas, Rachel —declara con delicadeza. Bajo la cabeza para evitar mirar sus ojos pero él me toma suavemente por el mentón y me hace mirarlo nuevamente—. Debí decirte esto hace tiempo pero soy un tonto..., pensé que arruinaría nuestra amistad. Pero ya no puedo evitarlo y espero me entiendas.
No sé si se trate de un sueño pero si así lo es, no me quiero despertar. He imaginado este momento muchas veces y ahora que está pasando no lo puedo creer. Mi corazón está acelerado y las palabras se traban en mi garganta.