Mi 𝛼𝑙𝑚𝛼 revive el pasado

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"Y cómo entenderlo, cómo aceptar.
Que en mi recuerdo existes".

La tetera chilló indicando que el agua estaba lista para tomar el té.

Andrea dejó de lado el diario con las noticias de la gran ciudad, donde informaban que se instalaría un nuevo local de comida rápida en el centro, y con ello en mente se dispuso a servir el agua en las antiguas tazas de loza. Aquellas tazas del día de los enamorados que antes solían compartir sus abuelos, o así era hasta que falleció su abuelo Enrique. Delicadas, floreadas con un corazón rojo dibujado en el fondo.

La mesa estaba puesta desde mucho antes; dos tazas, dos servilletas de género, rosas al centro de la mesa, un jarro de agua templada, el pan recién sobrecalentado en el horno dentro en una panera de paja, mantequilla y el infaltable yogurt pajarito para las defensas de cada mañana.

Andrea pensó en cómo sería no tener que cocinar todo el día al comprar comida rápida preparada, tendría más tiempo para estudiar y disponer su tiempo para hacer otras cosas que siempre había deseado. Como salir al cine con amigos, escena vista muchas veces en las películas adolescentes o ir a talleres de sus intereses aunque el único interés que tenía en aquel momento era actualizar su teléfono móvil a uno touch, ya que para lo otro era muy tarde.

Desde la ventana divisó un largo faldón marrón entre la casa de las gallinas y los pollos. Andrea llenó sus pulmones de aire y gritó.

— ¡A desayunar!

Pero la abuela Olga no reaccionó. Entonces Andrea volvió a gritar más fuerte y comprobó que antes de irse en aquellas viejas, grandes y fuertes manos hubiese una canasta de paja llena de huevos. Para sus setenta y siete años la abuela Olga era sana y fuerte. Y cómo no, después de tantos años cocinando y manteniendo el campo hasta la actualidad.

— Mija, ¿qué quieres almorzar hoy?— preguntó la abuela Olga mientras se adentraba al comedor y se sentaba en la punta de la mesa arreglándose el faldón.
— Mmh... no lo sé— contestó Andrea al sentarse en su asiento sin quitar la vista del titular del diario "ColuColu vs U del País 3 — 2".
— Bueno, fideos con salsa será.
— ¡¿Otra vez?!— elevó Andrea la voz con los ojos bien abiertos.
— Pero Andrea, si te estoy preguntando qué quieres y me dices que no lo sé.
— ¡Pero almorzamos fideos con salsa el lunes!
— ¿Qué cocino entonces?— contestó enfadada.
— No sé, algo más rico... como papas fritas.

La abuela Olga rodó los ojos y suspiró cansada de lo que ya se estaba volviendo una rutina mañanera y que realmente le desagradaba: discutir con su querida nieta. De lo que sea. Desde qué se comerá hasta a qué hora irán a comprar o a pasear. Y Andrea era consciente de ello.

— No pueden ser papas fritas todos los días, ¡te vas a enfermar, miércole!
— ¡Pero si no comemos papas fritas del mes pasado, abuela!— le respondió haciéndole perder la paciencia.

La abuela Olga se sobresaltó y accidentalmente dejó caer su taza desparramando el té en toda la esquina de la mesa y su regazo.

— Oh, qué desastre— murmuró entre dientes y comenzó a secarse La falda con la servilleta. Andrea se levantó para ayudarla, pero la abuela Olga no la dejó y la mandó a la escuela para que no llegara tarde.

Por otro parte, Andrea se fue enfurecida todo el camino. Esa vieja ni una mano dejaba darle y según ella todo el tiempo le buscaba pelea: ¿para qué preguntar que quiere almorzar si al final se va a quejar?

Con la mochila colgada en un solo hombro llegó justo a tiempo al liceo con la mandíbula adolorida y apretada, pues había pasado todo el camino pensando en qué había echo mal para merecer la vida que vivía, ya que si lo veíamos desde su perspectiva no tenía mucha opción.

En Mi Memoria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora