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— ¿Cuántas putas veces tengo que volver a repetírtelo, Contreras?— le gritó la señora Carmela desde abajo en sus altos tacones plateados. Desde su amarrado cabello en un gran tomate rubio, que le agregaba unos insignificantes cuántos centímetros más, olfateó su perfume Victoria Secret edición limitada, el mismo que usaba desde que llegó a la empresa—. Es que no puedes hacer nada bien, ¿qué no entiendes que es toda una pega tener que volver a hacer los trámites sólo por tu puto error que cometes cada vez que vengo a supervisar la oficina? ¿O lo haces a propósito? Pareciera que todos te valen, todos... Además, ¡nunca terminas tus trabajos diarios!— se masajeó la cien con una mano para tranquilizarse y se dirigió nuevamente a Andrea que no hacía nada más que mirarla desconcertada—. La última vez, Contreras. Si vuelve a ocurrir, no te quiero ver más.
La señora Carmela dio media vuelta saliendo de la oficina y se escuchó claramente un susurro diciendo: "¿Cómo tan inútil?" en desahogo para sí misma. Aunque lo dijo lo suficientemente fuerte, y evidente, para que todos los de la oficina lograran escuchar.
Andrea Contreras comenzó hace cuatro años a trabajar en la ciudad de Concepción como contadora en TBC, una de las empresa de celulares más grande del país, por ello también, tenía uno de los últimos modelos de celulares con las mejores cámaras y nuevas actualizaciones.
Y por lo visto también la peor jefa de todas.
Jazmín, que yacía su escritorio al lado del de Andrea, le sacó la lengua infantil y sonrió traviesa tecleando en el computador. Sus largas y afiladas uñas pintadas blancas con manchas negras retumbaban en los oídos de Andrea que hacía que cada vez perdiese más la paciencia.
— Jazmín... —suspiró agotada y tomó aire para mantener el control de la situación—. Apenas son las once y media de la mañana y no quiero estar discutiendo contigo. ¿Podrías dejar de ser tan irrespetuosa?— le advirtió intentando tener el tono más amable que podría tener en ese momento. Jazmín alzó una ceja y miró a Andrea de arriba a abajo haciendo un gesto de desprecio.
— Mich, ¿y esta quién se cree? Como si fueses tan importante. Te acaban de advertir que si te mandas otra cagada ¡te echarán!— soltó en risa y se dirigió a Rocío, su mejor amiga que se encontraba en la llamada telefónica que solía acostumbrar el par cada mañana—. Uy, y que ojalá así sea.
Ambas rieron y siguieron con su conversación de por qué la peluquería de al frente hacía buenos cortes de cabello y la tintura no era tan dañina.
— Claro, pero cuidado con teñirte de rojo, querida, que al parecer te quema el cerebro- dijo en referencia a Andrea que dio media vuelta apretando la mandíbula y los puños con ira decidiendo al fin sentarse frente al escritorio y convencerse que la paciencia era su mejor virtud.
Mientras las molestas indirectas de Jazmín, que lastimosamente se llamaba igual que su ex amiga de la infancia, y que tanto daño le hizo el última día del liceo, avanzó lo que más pudo del trabajo hasta la hora del almuerzo. Estiró los brazos cansada, apagó el computador, agarró firme su bolso saliendo de la oficina y del edificio en busca de un poco de paz.
Y una deliciosa ensalada césar.
El centro ajetreado como siempre, un taco que pareciese eterno en la autopista y sólo una hora para comer. Andrea pensó en que debía dirigirse por algo más saludable, pero ya era muy tarde y terminó optando por bajarse antes e ir por comida rápida. Al final, las ensaladas terminaban por ser sólo un día a la semana, los jueves en el local de doña Lucía y por desgracia, era apenas martes.
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En Mi Memoria ©
Short StoryPorque Andrea no es sólo esfuerzo. Andrea Contreras es una chica campesina criada por su abuela. Luego de sacar un título técnico huye de su aburrida vida de campo a vivir su gran sueño de ciudad. ¿Es el dinero, la tecnología, lo del último momento...