Querida Clementine:

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Querida Clementine:

Esto es sin duda, la cosa más difícil que he hecho en mi vida.

Sé que últimamente no he sido yo mismo. Lo siento. No me ha ido muy bien este último mes. El médico me dijo que tenía depresión. Menos mal que estabas tú, si no haría ya mucho tiempo que no tendría sentido seguir viviendo.

No solía hablar sobre mis penas cuando estaba contigo. Me olvidaba de lo malo cuando te veía sonreír. Incluso a veces me inventaba un poco de mi vida. Como cuando te decía que cogía el metro porque mi casa estaba lejos. Lo cierto es que no tenía casa, mi casa era un orfanato.

Tampoco era tan malo, compartía orfanato con mi hermana Luce. La cosa se tornó gris cuando Luce falleció hace un mes en un accidente de tráfico con su novio, que iba borracho.

Me dije que tenía que seguir fuerte, por ti. Por nosotros.

No era fácil, el médico me obligó a tomarme el equivalente a doce pastillas cada ocho horas. Para la depresión y la ansiedad. Esas pastillas hacías que perdiera el apetito y dejara de comer. Pero yo no tenía hambre.

Pero aún así, tenía que seguir adelante. Y todo iba más o menos bien hasta que el médico me detectó cáncer de páncreas. Me dijo que tenía un año de vida como máximo, los últimos meses con bastante dolor.

Y, Clementine, te prometo que quería decírtelo. Pero me lo callé para no hacerte daño, sin darme cuenta, que te haría más daño así. Lo siento mucho.

¿Te acuerdas cuando te dije que tú eres mágica porque tu nombre es mágico?

No sabes lo equivocado que estaba.

Tu nombre es mágico porque tú lo eres, querida Clementine. Tu pelo es mágico porque tú lo eres. Todo en ti es especial y no sabes hasta qué punto. Eres tan especial, que me hacías sentir especial a mí.

Me encantaba cuando sonreías y tus ojos pardos brillaban. Me encantaba que fueras diferente. Porque lo perfecto aburre y lo diferente enamora.

Y Clementine, no te miento cuando te digo que me enamoré de ti desde el primer momento.

En el momento que escuché tu risa, sabía que no había vuelta atrás.

Y, Clementine, quiero que seas feliz, que seas libre. Quiero que recuerdes los momentos pero quiero que te olvides de mí.

Que conozcas a alguien que te haga feliz, que nunca tengas que cambiarte el pelo a azul otra vez, porque aunque te quede genial, el azul para ti es soledad. Y tú no mereces estar sola.

Siento no haber podido ser eso que siempre quise. Siento haberte regalado muchos “para siempre” falsos.

Nos encontramos en el momento equivocado. Eso es lo que me sigo diciendo a mí mismo de todos modos. Tal vez un año, un día a partir de ahora, nos encontraremos en una cafetería, en una ciudad lejana, en algún lugar y podríamos darle otra oportunidad.

Espero que la sangre que ahora corre por mi muñeca y las lágrimas que han llenado este papel puedan perdonarme algún día.

Te quiero, Clementine.

Connor.

Clementine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora