Soy Esteban Melinao Alcanta. Humano. Nací en Valparaíso, Unión Sudamericana, en el año 2329. Mis padres, Joseph Melinao y Celia Alcanta, me criaron durante mis primeros años de vida, aunque ahora esos momentos son apenas sombras difusas en mi memoria. Lo que sí recuerdo con dolorosa claridad es cómo todo cambió cuando cumplí tres años.
Mi madre enfermó. Una extraña dolencia mental que ningún médico con los avances científicos de la época, pudo diagnosticar correctamente, mucho menos curar. En mis recuerdos de niño vi cómo se apagaba día tras día, cómo su mirada se perdía en el vacío mientras su mente se desvanecía en la oscuridad. Mi padre, quien había sido activista de H1 desde joven, no pudo soportarlo. En su desesperación, culpó a los chakats y morfos de la enfermedad de mi madre, aunque jamás hubo evidencia de ello.
Comenzó a destruirse poco a poco. Primero el alcohol, luego siguieron las drogas prohibidas. Cada noche era un infierno nuevo: llegaba tambaleándose, con ojos furiosos y esa mirada que aprendí a temer. Los golpes e insultos se volvieron tan comunes como el aire que respiraba. Mi madre, perdida en su propia oscuridad, ya no podía protegerme.
Aprendí a esconderme, a reconocer los sonidos de sus pasos en la escalera, a distinguir cuándo venía más furioso de lo normal. Muchas noches escapé de casa, asustado, mientras mi madre quedaba a su merced. Era un niño impotente, testigo silencioso de cómo aquel hombre, consumido por sus propios demonios, destruía sistemáticamente nuestra familia.
Mi madre tuvo momentos de lucidez antes de perderse por completo. En uno de ellos, me regaló lo que se convertiría en mi más preciada posesión: un pequeño oso espacial de felpa marrón. Lo llamé mi guardián. Durante muchas noches, mientras los gritos y golpes resonaban en la habitación contigua, me aferraba a él, empapando su suave pelaje con mis lágrimas silenciosas.
Cuando cumplí cinco años, todo explotó. Las autoridades finalmente intervinieron y me separaron de mis progenitores. Mi padre, completamente perdido en sus adicciones, desapareció sin dejar rastro. Mi madre... bueno, ella ya se había ido mucho antes, aunque su cuerpo siguiera presente.
Una pareja de ancianos me adoptó. Eran buenas personas, aunque quizás demasiado permisivos. Crecí en un ambiente más tranquilo, sí, pero sin límites claros. Completé mi educación básica e intermedia sin problemas, aunque sin una dirección clara en mi vida. Durante mi adolescencia, frecuenté grupos que compartían discursos anti—morph. Quizás era mi forma inconsciente de conectar con el fantasma de mi padre, o tal vez solo buscaba pertenecer a algo, no sabría decirlo.
Todo cambió cuando cumplí los dieciséis. Una misión interplanetaria llegó a Valparaíso, y junto con algunos amigos, nos las arreglamos para colarnos en el puerto espacial. La nave era impresionante, como nada que hubiera visto antes. Mi curiosidad pudo más que mi prudencia, y mientras intentaba explorarla sigilosamente, me descubrió uno de sus tripulantes: un skunktaur de pelaje plateado oscuro con la marca roja en forma de pata en su pecho.
Esperaba que me echara o me denunciara, pero para mi sorpresa, me invitó a subir a bordo. A pesar de mis prejuicios contra los chakat-kin, la fascinación por la tecnología que veía fue más fuerte. Los paneles, las pantallas, las luces y sonidos... todo era hipnotizante.
—Si te gusta lo que ves, deberías ser ingeniero— me dijo con una sonrisa. Sus palabras me golpearon como una revelación. Hui de allí sin responder, pero esa breve experiencia cambió mi vida: había encontrado mi vocación.
A los dieciocho años ingresé a la Universidad de Santiago del Nuevo Extremo. Me sentía optimista, por fin tenía un propósito claro en mi vida: sería Ingeniero de sistemas. Pero cuando cursaba el segundo año, mis padres adoptivos fallecieron por causas naturales. La soledad, mi vieja compañera, volvió a encontrarme. Sin embargo, esta vez fue diferente. Me aferré a mis estudios como tabla de salvación y logré graduarme a los veintitrés años.
![](https://img.wattpad.com/cover/280072064-288-k263261.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Atardecer en Amistad
Ciencia FicciónEsteban Melinao, un joven ingeniero humano, viaja desde su hogar en la Tierra, hasta el planeta Chakona, para cursar un post título en prestigiosa Universidad de Dewclaw. Su vida, se ve sacudidas de forma insospechada, cuando conoce a Vroeg, un viej...