Πέντε

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Un mes en prisión y seguía viva. Es que era una tipa dura. Una de las hembras fuertes de aquellas que costaba enfrentarlas sobre todo por su intrepidez y dedicación. Deberían darle una medalla de honor por su valentía y....

—¡No, Kara! ¡Me duele! —gritó, un poco más agudo de lo que le hubiese gustado.

Su dueña tenía una mueca ácida en el rostro y quizá no era para menos. Porque la situación no era de lo más agradable. Ahí estaban, en la celda de ambas en vez de estar comiendo el almuerzo. El paño húmedo que Kara presionaba contra la mejilla golpeada de Lena, en un intento por bajar la hinchazón, comenzaba a entibiarse debido al calor que emanaba de la zona lastimada.

—Puta mariquita. Mira que chillar por un golpe.

—Pero duele —ella se defendió.

—A ver si así aprendes a no meterte en peleas que no te conciernen. Golfa intrusa.

Y quizá, solo quizá Kara tenía razón. Porque Lena en definitiva no debería haber actuado como una súper héroe he intentado detener una pelea entre dos de las chicas con las que se sentaba a comer. Simplemente fue mayor a ella. Cuando las vio tirándose el pelo y gritando como dos locas dementes, saltó para separarlas y a cambio obtuvo un empujón que la hizo trastabillar con los pies y golpearse el rostro con la esquina de una mesa.

—Solo quería ayudar —gimoteó por el dolor punzante.

—Ayuda a tu vagina a permanecer apartada de los problemas, mamona.

—Ugh.

Algunas veces, siempre, Kara podía ser realmente desagradable.

—Ya. Me aburrí de jugar a la doctora. —Soltó sobre los muslos de Lena el paño que había estado presionando sobre la mejilla de esta y se colocó de pie, caminando hasta el corroído lavamanos.

—Me duele —refunfuñó con un puchero a punto de formarse en sus labios. Presionando el paño sobre su propia mejilla lastimada—. Y ahora luzco fea.

Kara la vio a través del reflejo del espejo, presionando la punta de su lengua en la comisura izquierda de su boca.

—Joder, mamona. ¿Acaso te estás poniendo toda chineada para que te diga lo linda que luces? Porque no, corderita. Luces como la mierda.

—Gracias. —Rodó los ojos.

Kara enjuagó sus manos y volteó para ver a Lena.

—En realidad, no la entiendo. Te digo que no te metas en problemas y lo haces. Ni siquiera sé si debo protegerte, con lo que te gusta andar causando conflictos.

Lena bajó la mirada. El paso de aire se le cerró y se atragantó con una bocanada de aire.

—No lo hago —respondió de inmediato—. No, yo... No, Kara.

—Ya. ¿No lo haces? ¿Y qué es eso en tu mejilla entonces? 

—Lo siento. —Lena quizá solo quería ser valiente.

—Da igual. No espero nada de ti. —Se encogió de hombros y tomó sus guantes de entrenamiento—. Me voy a entrenar.

Lena levantó el rostro, sus bonitas y largas pestañas agitándose quedamente. Kara se estaba colocando los guantes, con la mirada fija en Lena.

—Pu-puedo... —Tragó saliva—. ¿Puedo ir contigo?

—No.

—B-bien, sí. De acuerdo.

—Si tú vienes, no me concentro.

Dios. ¿Cómo Kara podía soltar cosas así de la nada? ¿No entendía cuan perjudicial era para el frágil equilibrio emocional de Lena que esta escuchar algo así?

PRISIONERA [SUPERCORP ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora