Τρία

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Para empeorar todo, tiritaba. Mas su cuerpo permanecía febril. La culpa era de Kara, de su mirada enardecida y aguda.

—Vístete —ella le indicó finalmente. Colocándose de pie y tomando su propia camiseta. Lena ladeó la cabeza sin comprender el actuar de Kara —. ¿No me escuchaste, corderita? Vístete o me arrepentiré de esto.

—Uh. Sí.

Lena tomó su ropa del suelo y con una rapidez apremiante, comenzó a vestirse. Sin levantar el rostro, observaba a su dueña a través de sus largas pestañas. Kara fue la primera en estar lista, naturalmente. La escultural convicta se apoyó en una pared y con brazos cruzados, esperó a que Lena estuviese completamente envuelta en sus viejos harapos.

—Vamos —indicó cuando Lena terminó de amarrarse los cordones de sus zapatos.

La irlandesa asintió en silencio. No iba a preguntar por el cambio de opinión de Kara. ¿Había sido porque ella se lo pidió? Bueno, quizá estaba siendo engreída, pero vamos. No dañaba a nadie que pensara así. Solo sabía que era la segunda vez que la mujer estaba a punto de follársela y no lo hacía. Bendita fuera su linda vagina que aún estaba a salvo. Kara aferró su mano al pomo de la puerta, Lena pisándole los talones. La irlandesa pensó que saldrían del camerino, más sus pensamientos fueron arrasados cuando Kara, en un movimiento súbito y violento, la empujo contra la pared más cercana.

—Beso —gruñó Kara.

Con manos ágiles sometió a Lena, haciéndola levantar sus brazos y apresándole las muñecas por encima de su cabeza con una mano. Lena gimió, aguda y temerosa, sin embargo, aún no reaccionaba ante tal súbito cambio, cuando los labios de Kara se estrellaron contra los propios. Sus sentidos se estimularon, su torrente sanguíneo se hizo sentir por todo el cuerpo, haciendo palpitar violentamente los puntos donde su pulso se encontraba. El aire estaba retenido en sus pulmones y sus piernas cedieron. Kara la sostenía de la cintura con una mano, con una de sus piernas encajada entre las piernas de Lena. Respiraba jadeante y densa, expeliendo su caliente vaho sobre los labios de la contraria. Las hormonas destilaban de su cuerpo en un arranque pasional. Lena podía palpar el deseo de Kara en ese beso. Los labios de su dueña eran calientes y llenos, sabían a tierra y sal; obscenos. Entreabrió los propios cuando la lengua de Kara la demando, queriendo abrirse paso en Lena. Jadeó de angustia al sentir a Kara presionándose contra ella de manera animal. Creía que la rompería en cualquier momento. Sus bocas estaban fusionadas y la lengua de Kara recorría su pequeña cavidad bucal. Era lasciva y hambrienta, un beso tan caliente donde sus salivas, se mezclaban en una sola. Donde sus respiraciones salían entrecortadas. Lena jamás había sido besada de esa forma, tan lasciva y picante. Kara se follaba su boca con aquel beso, no le daba la oportunidad de pelear, de siquiera intentar mover su lengua por voluntad propia. La guiaba con malicia; succionando, mordiendo y tironeando. En un punto, Kara soltó sus muñecas y Lena, sometida y mansa la llevó hasta el cuello de Kara, rodeándola como que debía sostenerse para no caer. Bien decía, estaba embriagada de Kara. Kara gruñó, ronca y fastidiada ante la acción de Lena, y aun cuando la irlandesa debería haberse retractado, quitar sus brazos del cuello de la convicta, no lo hizo. Se restregó aún más en la coreana, gimiendo dulce y sumisa. Kara llevó sus manos hasta los glúteos de Lena, levantándola del suelo y haciendo que esta enroscara sus piernas a su cadera.

—Dulce —susurró Kara cepillando el borde del labio superior de Lena con la punta de su lengua.

— ¿S-sí?

—Demasiado —contestó con una sonrisa impúdica y el entrecejo fruncido—. Como el buen veneno.

Sus centros se sentían tan húmedos debajo de sus ropas. Lena tembló al sentir a Kara comenzar a frotarse contra ella. La convicta era impúdica, todo lo que ella hacía en Lena era hiriente y placentero a la vez. Volvieron a juntar sus bocas en un beso profano. Lena sentía que su lengua en cualquier momento se derretiría, que su corazón dejaría de latir, agotada por la cantidad de sangre bombeada. La sensación de estar encajada en el cuerpo de Kara, de ser sometida a su voluntad, estaba creando un sentimiento vertiginoso en su vientre. Hundió sus dedos en la cabellera de la mujer, presionando con las yemas de sus dedos en un gesto que indicaba, quería más. Kara tironeó de su labio inferior, ronroneando de placer ante el descaro de su corderita. La puerta que les proporcionaba intimidad sonó cuando alguien al otro lado de esta comenzó a golpear. Lena soltó un gemido ahogado y Kara simplemente ignoró la presencia invasora. Los golpes continuaron, sacándole a Kara un pesado gruñido de molestia. Terminó el beso y giró el rostro en dirección a la puerta.

PRISIONERA [SUPERCORP ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora