δεκαοκτώ

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"¿Quieres ser libre, Kara?"

"¿Qué tengo que hacer?"

"Necesitamos que viajes a Colombia..."

Kara vio esa grieta en los ojos de Lena. Ese resquebrajo emocional que podría hundirla y ella no iba a dejar que eso sucediera. Kara no iba a dejar que Lena se hundiera. Ella podía hacerlo por Lena. Después de todo, ya estaba acostumbrada a vivir naufragando en aquellas profundidades; ya estaba rota y descompuesta. Los huesos de su cuerpo ya se habían roto por el peso de las decisiones que tomó en su vida. Porque quien portaba la corona, debía estar dispuesta a cargar con el peso de ella.

—N-no puedo dejarte, ¿verdad? —Lena secó sus lágrimas con las yemas de sus dedos. Arrastrando aquellas gotas saladas por sus mejillas—. No me dejarás hacerlo... No de-deberé escoger, ¿verdad?

—No sigas torturándote con eso, corderita inútil. —Kara apretó a Lena contra su cuerpo, respirando el aroma almendrado y dulce de su cabello—. ¿Por qué no vas a nuestra celda, te limpias bien y me esperas como la putita caliente que eres, desnuda en la cama?

Lena sorbió su nariz y negó con la cabeza. Sonriendo debido al gran vuelco en la conversación.

—Dios. ¿Acabo de tener una crisis de pánico y me sales con esto?

—Pánico es lo que vas a tener si no te largas a hacer lo que te dije, en este preciso instante. —Dejó caer su mano en un azote sobre el trasero de Lena. Su castaña amante soltó un suave quejido y sobó sus prominentes y redondeados glúteos; sonriendo nuevamente—. Ve, te alcanzo de inmediato.

—De acuerdo. —Entornó los ojos y señaló a Kara, inquisidora—. No quiero que sigas de chula suelta con la nueva.

—Venga, que de cordera pasas a fiera y así no puedo. Terminaré follándote aquí mismo. Vete.

Le dio un nimio golpe ficticio en un pómulo a Lena y se apoyó en la pared, de brazos cruzados mientras su amante se alejaba. Kara mordió su labio inferior al recorrer con la mirada la perfecta anatomía de Lena. Cada curva de su cuerpo dulce y aterciopelado, lo blandito que se sentían sus torneados muslos cada vez que los apretaba con sus manos; buscando meterse bajo la piel de la americana. Esperó a que Lena estuviera lo suficientemente lejos y bufó un gruñido.

—Sal. Sé que estás ahí.

—Das miedo, hija de puta. —Alex salió de su escondite tras una muralla. Tomó el cigarrillo que había acomodado en su oreja y lo prendió al mismo tiempo que se colocaba al lado de Kara. Dando una profunda calada—. Estás consciente de lo que estás haciendo, ¿verdad?

Kara guardó silencio. Odiaba que sus decisiones fueran cuestionadas y eso era algo que Alex tendía a hacer algunas veces; siempre terminaban peleando.

—No hables como si no hubieras hecho lo mismo.

—No. No lo hubiera hecho. —Alex se encogió de hombros, botando el humo por la boca en pequeñas argollas—. Tienes que dejar de protegerla como si fueras su maldita perra guardián, Kara. No puedes cargar con toda la responsabilidad, esto es de ambas. Si tu puta quiere quedarse, que lo decida ella y afronte las malditas consecuencias de sus decisiones. ¿O qué? ¿Cada vez que Lena deba tomar una decisión, lo harás tú por ella?

—No entiendes. —Su boca se secó. Había una amargura instalada en su pecho—. No tienes una maldita idea...

Alex negó en silencio, consumiendo el cigarrillo entre sus dedos.

—Por supuesto que sí. Yo también estuve en tu lugar.

—Lena no es como Kelly.

—No lo es. Y tampoco me haría tomar esa decisión por ella, ¿sabes por qué? Porque yo dejé que Kelly aprendiera a cargar con su propio peso. En cambio Lena, simplemente llora como una jodida maricona y te tiene de lengua en el suelo, lamiendo la mierda de los cerdos.

PRISIONERA [SUPERCORP ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora