Οκτώ

6.6K 509 97
                                    

—¿Qué tal un pez y una caña de pescar? Creo que va bastante bien con lo nuestro.

—... Lena

—Uhm. No, mejor no. ¡Ya sé! Una leona y una domadora de leonas. 

Karale dio un último golpe al saco antes de voltearse en dirección a la irlandesa que yacía desnuda sobre la cama, tapada únicamente de la cintura para abajo por el edredón de pluma rosa. Arqueó una ceja y se limpió el sudor de la frente

—¿Una leona y un domadora? ¿Y cuál se supone que eres tú?

—Hm... La leona obviamente. —Kara soltó una estruendosa carcajada. Inclinándose hacia adelante y aferrándose a su sudado y desnudo abdomen

—Tengo la leve impresión que te estás riendo de mí.

La americana dejó escapar las últimas bocanadas de aire entrecortado y se enderezó. Lena la observaba con sus mejillas ruborizadas y un pequeño puchero. Tenía una expresión cansada y unas violáceas ojeras.

—Deberías estar durmiendo —le reprochó Kara.

—¿Dormir? ¿Teniendo a mi dueña sudada y semidesnuda frente a mí? No lo creo. —La emperadora ladeó la cabeza y una sonrisa sutil se esbozó en su boca. Comenzó a sacarse los guantes y caminó hasta la cama, inclinándose para quedar a una distancia mínima de su corderita. Lena humedeció sus labios, a la espera del beso que estaba segura, Kara iba a darle, pero no fue así, la americana apenas si rozó sus labios antes de deslizarse a su oído

—Eres una maldita adicta al sexo —le ronroneó. Su voz ronca y sensual provocó un espasmo en la irlandesa.

Con una sonrisa victoriosa, Kara se apartó. Caminando hasta el lavamanos para lavar su cuerpo ya que no iba a ducharse puesto que las regaderas estaban cerradas. Una maldita loca asesinó a tres reclusas dentro por lo que debían hacer una "investigación". Todas sabían que era mentira y es que nadie daba un mísero centavo por aquellas almas podridas. Lena permaneció en silencio unos segundos, acariciando el lóbulo de su oreja y con una expresión seria.

—¡Una loba y una cordera! —masculló chasqueando sus dedos. Seguro de que había tenido la mejor idea del mundo. Kara rodó los ojos y soltó un gruñido en respuesta.

—Lena, me estás comenzando a joder. ¿No puedes permanecer callada un maldito segundo?

—Podría, si me ayudaras. Fuiste tú quien mencionó la idea de tatuarnos. 

Salió de la cama y consciente de que Kara comía con los ojos su cuerpo, comenzó a vestirse. Las marcas de besos que se apreciaban abundantes, parecían estrellas de una constelación lujuriosa.

—No. Yo dije que iba a marcarte con un tatuaje y tú fuiste la atrevida que salió con la idea de hacer lo mismo conmigo. Algo que no ocurrirá, por cierto. —La irlandesa chasqueó con la lengua, colocándose un pantalón perteneciente a Kara.

—Sería lindo —susurró para sí misma.

Ya habían transcurrido diez días desde que Kara volvió a ella. Diez días que podían resumirse en una palabra; sexo. Decir que Lena había sorprendido a Kara con su desbordado libido sería menguar la situación. Sexo en la celda, contra la pared y en la cama. En su camerino personal y en el mismo salón de entrenamiento cuando se encontraban a solas. Sexo en las regaderas donde fueron vistas por una reclusa que salió corriendo en un intento por resguardar su vida. Sexo en la unidad médica cuando Lena quedó a cargo mientras el personal médico iba por algo de comer. En solo diez días Kara se sentía drenada, literalmente. Asimismo, la chica castaña progresivamente se acercaba más a su dueña. Con su actitud suave y sosegada, ya podía mantener una leve discusión con Kara sin que esta terminara gritando y desquitándose con la primera reclusa que se le pasara en frente. La militar aceptaba renuente sus caricias y muestras de afecto. Los besos esporádicos y las bromas sensuales que Lena a veces dejaba caer en su oído. Todas en Camp Alderson habían notado el leve cambio, no era como si Kara anduviese sonriendo por los pasillos de la prisión; pero ya no buscaba amedrentarlas sin motivo. Tenía algo más importante en lo que ocupar su tiempo y Lena era en gran parte la responsable. Imploraban porque se mantuviese así y es que si bien, la gloría las abrazaba cuando Kara estaba "de buen humor", el infierno se hacía presente cuando era el caso contrario. Como la vez que una pelea en el comedor, a la hora del desayuno, terminó por involucrar a la irlandesa, quien hacía la fila para obtener su comida y terminó siendo golpeada por la espalda de una enorme reclusa que peleaba cerca de ella. El agua hirviendo de la taza de Lena se desparramó sobre sus muslos y su quejido de dolor fue como una señal para la bestia de su dueña. El resultado terminó con las reclusas siendo asesinadas en las regaderas a sangre fría. Lo bueno era que ahora evitaban pelear cerca de la irlandesa.

PRISIONERA [SUPERCORP ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora