Capítulo 5

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Agosto

Aquel invierno fue el más lluvioso de la época, aunque por esas zonas llovía bastante incluso en verano. A Rubí seguía sin agradarle la lluvia, pero a Macarena le fascinaba.

Cuando era pequeña esperaba impaciente los días de invierno para usar sus botas de goma. Tenía de todos los colores posibles, pero siempre prefería las verde con brillitos. Usaba una chaqueta gruesa amarilla y su mamá le colocaba un pasamontaña que apenas le dejaba espacio para los cachetes rojos y algunos rulos sueltos en la parte superior.

Salía a dar una vuelta a la manzana con su papá y volvía saltando en cada poza de agua que encontraba.

Esos eran los únicos recuerdos bonitos que guardaba de su papá, porque casi ni lo recordaba. Al menos, no le gustaba pensar en él.

Sus padres se habían separado cuando ella tenía 7 años. Él se fue a trabajar a Santiago y le prometió que vendría a verla todos los veranos, pero nunca lo cumplió.

Llamaba 2 veces al año para saber de ella y de su hermana, incluso si la Josefa ni siquiera lo conocía en persona, a él no parecía importarle ese detalle. Pensaba que enviando la pensión alimenticia sin falta era suficiente, pero así no funcionaban las relaciones humanas.

Poco después que él se marchara, su mamá encontró trabajo con los Sánchez y tuvieron que mudarse a la casa de campo. Maca se fue llorando, pensando que si su papá volvía no iba a encontrarla, entonces le escribió una carta diciendo que estaría en una casa con muchos árboles y la dejó debajo de una maceta.

Ella le lloraba todos los días, lo echaba mucho de menos, y cuando parecía que la ausencia de su papá era cada vez más dolorosa para su pequeño corazón, la Rubí llegó a su vida en un día tan lluvioso como este.

Y la penita que sentía poco a poco fue desapareciendo.

—Maca... ¡Maca! ¿Qué estai haciendo? —Rubí pegó un grito desde el galpón. Estaban bañando a los perros cuando se largó la lluvia— ¡Te vai a enfermar!

Maca no le hizo caso. Miró al cielo y dejó que la lluvia tocara su cara. Parecía la protagonista de un video musical ultra melancólico. A menudo se imaginaba en escenarios ficticios como ese, pero no iba a admitirlo en voz alta.

Cuando la lluvia aminoró su fuerza y el cielo comenzó a tronar, caminó de regreso al galpón con las zapatillas llenas de barro.

Rubí la esperaba indignada.

—¿Te volviste loca? ¿Cómo hacís esa cuestión, Maca? ¡Mira como quedaste! ¡Te puede dar una neumonía!

Maca estaba empapada de los pies a la cabeza y el agua se le acumulaba en la punta de los rizos. Empezó a tiritar de inmediato con el cambio de temperatura, pero sonreía como una niña pequeña. Rubí sacudió la cabeza, retándola mientras buscaba una toalla limpia de las que habían traído para los perros y empezó a secarle la cara como si Maca fuese su bebé.

—No me voy a morir por un poco de agua.

—Mira, ojalá. —le dijo— Porque te revivo a puros baldazos de agua.

Frotó la toalla en su rostro, lo que le impidió ver su sonrisa y luego continuó con su pelo.

—Pero no me retís más po, te parecís a mi mamá.

Rubí suspiró.

—Es que erís tan porfiada, Maca. —ahora que la toalla estaba en su pelo, la cara de Macarena estaba al descubierto y notó enseguida la escasa distancia entre sus cuerpos. Intentó apartarse, pero no pudo— Voy a traer los paraguas y nos vamos.

Quédate conmigo - RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora