Capítulo 15

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Cuando Rubí camino de regreso a la casa un par de horas más tarde, no le sorprendió descubrir que Maca la esperaba afuera entre unos arbustos.

Estaba sentada con los brazos alrededor de las rodillas, como si llevara mucho tiempo aguardando allí.

Se aproximó a ella inhalando una bocanada de aire y al acercarse se dio cuenta que había estado llorando. La imagen de Maca vulnerable hizo que las lágrimas amenazaran con asomarse otra vez.

Hicieron contacto visual y sin decir nada, Rubí se sentó entre sus piernas y apoyó la espalda en su pecho mientras Maca abría los brazos para recibirla.

Rodeó su estómago con una mano y con la otra despejó su pelo del rostro.

Estuvieron calladas un buen rato. No sabía qué decirle, no sabía si era capaz de hablar sin llorar, pero después comprendió que no podía evitar sentirse triste.

No recordaba una vida sin Maca. Desde que pisó la casa de los Sánchez, todos los días se despertaba viendo esa cabeza llena de rulos que le había robado el corazón.

—¿Qué voy a hacer cuando no estés? —preguntó llena de angustia— ¿Cuando te eche de menos?

Maca no le contestó enseguida, se tomó su tiempo, como si estuviera batallando consigo misma para no romperse.

—Llamarnos por teléfono. —contestó gangosa.

—No es lo mismo, Maca. —sollozó.

—Yo sé que no es lo mismo, mi amor... —la abrazó más fuerte, depositando otro beso en su pelo— pero tenemos que hacerlo por un tiempo, al menos. No será para siempre.

Nunca tuvo necesidad de utilizar el teléfono con ella porque siempre estaban juntas, y si llegaban a separarse en el campo, no había buena señal para comunicarse.

De manera que solo podrían hablar cuando Rubí fuera al colegio.

Las pocas opciones la enojaron y la pusieron triste al mismo tiempo.

—¿Cuándo me lo ibai a decir? Si yo no te lo hubiese preguntado.

Maca aflojó su agarre, encogiendo los hombros.

—No sé. —murmuró— Pronto.

—¿Cuándo estuvierai en Santiago?

Maca apretó los ojos.

—No digai eso, esto no es fácil para mí, Rubí.

—¿Y tú creís que para mí sí? —espetó.

—Lo intenté varias veces, pero tú... —tragó saliva, soltando un suspiro de frustración— No sé, no pude.

La voz se le rompió y la vio luchando por retener las lágrimas.

Cada vez que la veía llorar una parte de ella también se rompía.

Siempre había sido la fuerte de las dos, la que mantenía la calma y la consolaba, la que le limpiaba las lágrimas y la abrazaba, pero ahora estaba tan frágil, tan sensible, que ya no se esforzaba en esconderlo.

—Maca, no, perdóname. —Rubí colocó las manos en sus mejillas y apoyó la frente en la suya mientras lloraba— Tenís razón. Sé que lo intentaste y por eso yo siempre cambiaba la conversación. No quiero pelear, en serio, no te estoy culpando.

Ya tenía suficiente presión con la enfermedad de su mamá, no quería agregarle otro problema más, así que deslizó los pulgares por sus mejillas mojadas, besándole la cara.

—Abrázame. —le pidió Maca, toda llorosa.

No demoró en estrecharla entre sus brazos, acunándola con amor y deseando que el tiempo se detuviera para que nunca se fuera.

Quédate conmigo - RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora