Capítulo 7

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Septiembre

Rubí miraba desde lejos la clase de educación física, con un té de manzanilla. Estaba sentada en las bancas porque le dolía mucho el estómago y la profesora le permitió no participar esta vez. Aunque no era como si le importara mucho perderse una clase. Ella no era buena en los deportes, mucho menos aquellos que requerían una pelota, como voleibol.

Era pésima.

Maca era todo lo contrario. Siempre destacaba en los deportes, salvaba al equipo y a Rubí de los pelotazos. Si tuviera que contar cuántas veces la salvó de un reinicio en el cerebro, le faltarían manos.

Ahora era la capitana del equipo y todo parecía ir bastante bien en el juego. No se le hizo muy difícil distinguirla en la cancha con esos rulitos tan distintivos que tenía, pero también porque llevaba la polera de gimnasia hecha un nudo por encima del ombligo.

La vio reclinarse de piernas con las muñecas en posición hacia arriba y golpear el balón con una destreza digna de aplaudir.

Sabía jugar tan bien... sabía desplazarse tan bien dentro de la cancha. ¿Había algo que Maca no supiese hacer?

Si hasta besaba bien, pensó Rubí distraída.

El pensamiento vino de sopetón a su cabeza, haciéndola enderezarse en la banca. Hasta entonces no se percató que su cabeza se encontraba ladeada en dirección a Macarena.

Parpadeó varias veces para concentrarse, llevándose la taza de té a los labios y cruzando las piernas para más comodidad.

Últimamente no era consciente cuando esos pensamientos venían a su mente. Llegaban, la volvían loca y se iban, de manera que le era imposible no rememorar ese momento durante el día, como si su mente estuviera empeñada en no hacerla olvidar.

Aunque después de una exhaustiva charla consigo misma, Rubí llegó a la conclusión que todo lo que le pasaba era normal porque se trataba de su primer beso y todo era nuevo para ella.

No es que Maca le gustara.

Simplemente estaban muy conectadas entre sí.

Habían transcurrido casi dos semanas de esa noche en la bodega.

Los primeros días fueron muy incómodos, no sabían cómo hablarse sin sentir esa presión en el pecho, pero pasados unos días volvieron a ser las mismas de siempre. Ninguna mencionaba el beso, pero la creciente tensión que existía era suficiente para saber que no estaban preparadas para conversarlo.

La clase terminó con el primer silbato y sus compañeras fueron acercándose a las bancas para recoger sus cosas. Maca conversaba con otra compañera y luego subió a la banca donde estaba Rubí.

—¿Cómo estai? —preguntó con la cara acalorada.

—Más o menos. —contestó.

—Chuta, ¿y por qué no llamai a tu mommy?

—Na, si se me va a pasar. —dijo levantándose y poniéndose a su altura— ¿Vamos?

Maca tomó su polerón y la siguió fuera del gimnasio. Tenían un recreo de 15 minutos antes de la clase de matemáticas, así que Rubí acompañó a Maca a los camarines para que pudiera asearse, y mientras iba de camino le vinieron muchas ganas de hacer pipí.

Poco antes de llegar al camarín le pasó la tacita de manzanilla y entró corriendo a uno de los cubículos, y una vez dentro todo cobró sentido para ella.

—Maca...—llamaba casi pegada a la puerta— ¡Maca, código R!

Maca estaba lavándose la cara, de modo que no le prestó atención.

Quédate conmigo - RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora