t r e s

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La piel de Stark se entumece en el momento en el que se sumergió en la fría agua de su alberca. Era la primera vez que ingresaba en toda su estancia en la casa, sin embargo la piscina ya estaba sucia debido a que las frecuentes lluvias y violentos vientos habían arrastrado polvo, hojas y otra poca basura que no hacía muy disfrutable nadar ahí. Pero aún así, el portador de Ironman se sentía muy cómodo, tanto que llevaba casi una hora bajo el agua a pesar de la incomodidad, ya que la imagen de un hechicero supremo arreglando su jardín lo motivaba a no moverse de donde estaba.

Desde la alberca, Tony podía observar cómo su vecino retiraba flores marchitas y rotas y plantaba unos hermosos rosales y apenas florecientes orquídeas en su lugar. Supuso que no era mentira cuando su vecino le reclamó por el desastre hecho en su jardín, aunque encontraba impresionante y hasta extraño que Peter haya hecho algo así de calamitoso. El ex neurocirujano llevaba una apretada camisa de manga larga, la cual suponía que era para cubrirse del sol, pero también servía para resaltar el bien definido torso del hechicero, añadido a los pegados shorts que le llegaban a las rodillas era como un diamante en bruto que Stark deseaba descubrir cada vez más. Sus piernas bien formadas y largas, su lechosa piel, sus firmes glúteos que cada que se agachaba parecían ser más voluptuosos, el mechón de cabello que caía por su cara y los gestos que hacía cada que por error se espinaba llegaban a ser demasiado para el castaño, que sentía cada vez más curiosidad hacía el tal Stephen.

Sus pensamientos (los cuales empezaron a ser poco puros luego de que Strange se agachó con las piernas abiertas) fueron interrumpidos cuando sintió un pequeño piquete en el antebrazo, que fue generando poco a poco un dolor cada vez más intenso. Por pura inercia y realmente sin querer, Stark soltó un fuerte gruñido que llegó hasta los oídos de cierto doctor, pero los ojos whiskey se dirigieron al lugar donde sentía dolor encontrándose a unas avispas alrededor de él.

Cómo pudo las ahuyentó y subió su cuerpo hasta el borde de la piscina saliendo del agua y mirando a su piel inflamarse cada vez más, cuando de repente sintió unas húmedas y suaves manos tocando su piel, haciéndole jadear levemente. Subió su vista encontrándose al mismísimo Stephen Strange, quien habló antes de que Stark siquiera pudiera cuestionarle qué estaba haciendo en su casa.

-Voy a sacar el aguijón.

-¿Q-qué?

- Que voy a sacar el aguijón antes de que se entierre más.- repite el de ojos heterocromáticos sin querer voltear a verle la cara a su vecino. Y justo cómo advirtió, hundió un poco la piel morena con sus delgados dedos y con su otra mano retiró el aguijón que la avispa había dejado en el brazo de Anthony, ¿y por qué no? también aprovechó para apretar disimuladamente por un momento aquel músculo multimillonario que tanto lo había tentado desde que lo vió de reojo entrando a la enorme alberca.

-¿Te duele?

-Solo un poco- respondió el castaño alzando la cara y obligando al pelinegro a mirarlo a los ojos.- ¿Qué haces aquí?

-Te oí quejándote tal niñita desde mi jardín, y cómo no tienes cerca en tu casa entré cómo si nada para ver si no te habías roto algún hueso o algo así. Pero sólo eres un llorón.- responde con sonrisa burlona.

-¡No soy un llorón! Como a tí no te duele un infierno...

-¿No que no te dolía?- cuestiona con una sonrisa que se transforma en risa cuando el otro guarda silencio apenado y algo sonrojado.

Stephen entra a la casa de Stark cómo si fuera la suya y abre el refrigerador encontrándolo casi vacío a excepción de una leche, un paquete de jamón, un yogurt a medio comer y tres plátanos. Desilusionado, y algo preocupado, suspiro rebuscando por toda la cocina ignorando los reclamos de su vecino quien no parecía muy contento teniéndolo husmeando en su casa de aquella forma. "Que poco hospitalario", pensó el maestro de las artes místicas al notar cómo por tercera vez Tony le hacía una seña para que se largara. Finalmente encontró una botella de vinagre, así que tomó un recipiente y mezcló partes iguales de agua y vinagre para aliviar el dolor por la picadura de aquel animal. Se acercó al genio y extendió su mano pidiéndole su brazo, el cual fue negado.

-Dame tu brazo.

-Para qué?

-Para admirarlo, claro.- respondió sarcásticamente y algo harto ya.

-Me va a arder- esconde la herida intentando disimular el dolor en su cara, haciéndole soltar un suspiro al portador de la gema del tiempo.

-Confía en mí, soy doctor.

-También eres un ladrón de mascotas. ¿Por qué debería confiar en tí?

-Yo no robé a Peter, él vino a mí. No es mi culpa que tu pájaro me quiera más que a mi que a ti.- tomó bruscamente su brazo y empezó a untar la mezcla para neutralizar el veneno de la avispa- ahora deja de comportarte tan infantilmente y déjame ponerte esto.

-Voy a poner una cerca alrededor de toda mi casa, y será de hierro con alambres de púas.

-Mhmm

-Y también voy a enseñarle a Peter a no hablar con extraños doctores mágicos

-Claro reina del drama.- terminó su trabajo y comenzó a limpiar todo el desorden que había hecho.- ¿Y tú cómo sabes que soy mágico?

El rostro del mecánico se enrojeció de inmediato al recordar cómo estuvo stalkeando a su vecino; podría compararse con una adolescente enamorada, o con un acosador enfermo.

-Eres mago, lo sé porque...- se detuvo unos segundos para pensar que decir que no lo hiciera parecer un depravado- porque te aseguro que en ti pasa algo mágico cada vez que me ves.- menciona coqueto salvando la situación. Stephen se sonrojó ante aquel inesperado y bastante provocador comentario, no cabía duda que tenía el título de playboy bien merecido.

-Eres todo un ególatra. No soy como tus aventuras de una noche, Stark; yo sí tengo buenos gustos.- responde de manera altanera.

"Buenos gustos "¿A qué se refería con eso? Tony era un excelente amante, realmente atractivo, un genio, un multimillonario y en adición, el maldito Ironman; ese mago no tenía idea de lo que estaba hablando. Ante aquel ataque hacia su gran orgullo, Anthony aprovechó que Strange estaba volteado guardando un vaso, se pegó a él juntando su pecho con la espalda del otro y acorralando las piernas contrarias con las propias, y antes de que el hechicero pudiera reaccionar, tomó las temblorosas manos, entrelazando sus dedos y separándolas de golpe al mismo tiempo que lo golpeaba en la rodilla levemente, haciendo al pelinegro jadear de la sorpresa y agacharse un poco. Con esa posición tan embarazosa para el cirujano, Edward se acercó a su oído y le susurró para después morderlo levemente, dejando a Stephen con una mezcla de enojo, sorpresa y excitación.

-¿Y ahora? ¿no sientes magia?

Vuela [Ironstrange]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora