Si alguien no se destruye en lo que dice, no dice en ningún momento la verdad.
Dejar ir no es igual a perder, porque en toda pérdida uno tiene que desangrarse para acogerse en la soledad.
En las rupturas... el uno no solo pierde al otro, sino que en tal pérdida el uno es perdido.
Luego, las verdaderas rupturas son aquellas en las que se es consciente de que lo han perdido.
Un tercer cuerpo puede ser fuente de enlace, pero tomo todo enlace deviene camino hacia infinitos cuerpos.
La atracción des-igual solo desembocará en esclavos. Pero, tal cosa no quiere decir que busquemos la igualdad, sino que nos preparemos, o bien para dominar, o bien para obedecer. Pues si alguien resiste a ser algo, solo cavará su propia destrucción.
Enamorase implica dos cosas, o se ama, o se es amado. En todo vínculo no hay síntesis o reconciliación, a lo mucho existe la sintetización del otro.
En la pérdida no se espera la separación del uno y del otro, sino se espera que lo otro encuentre un lugar para sentir verdaderamente ganas de marcharse.
Mientras lo uno y lo otro no tengan lugar, el abismo del regreso se mantendrá. Pero, no se debe construir un suelo para dejar que lo otro se marche, pues solo en el vacío se puede realmente esperar.
La espera no es real, es un efecto del hecho de que acaecemos en un abismo.
Que el otro nos pierda no significa que nos haya abandonado, sino esto refleja que el otro no puede cabalgar en el mismo delirio.
Para marcharse es necesario ver las huellas de sangre que el otro deja al alejarse.
En toda auténtica pérdida uno tiene que mantener la mirada en el corazón del otro, hasta que este deje de latir bajo la misma nota del suicidio.
Antes de partir debemos estar seguros de que hemos perdido una extremidad, pues toda dialéctica del amor es como un combate en el que tanto la derrota como la victoria requieren mínimamente de una apertura en la carne.
Apartar la mirada es como apartar un cuerpo muerto del combate.
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Sobre el enamorarse
Roman d'amourEl texto es lo mismo que un cuerpo, un cuerpo enamorado. Lo escrito no es otra cosa que las raíces que se desprenden de sus delirantes manos.