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Yoongi era un cambiaformas de gato Bombay, sus rasgos felinos enmarcados en su piel blanca lo hacían un blanco de pretendientes, sin embargo, como gato no solía llamar la atención, la mayoría ni siquiera podía identificarlo de entre los demás gatos Bombay que asistían a la Universidad. No era como los calicó que siempre se llevaban toda la atención.

A Yoongi eso no solía importarle, pero tampoco podía ignorar el hecho de que el único hombre al que le había dado una oportunidad se haya ido con una gatita tricolor de caderas más estrechas.

—¿Por qué no lo intentas con otra especie?

Su hermano se sentó a su lado, sabiendo lo que pensaba el gato negro sentado sobre la ventana del salón en el tercer piso, los ojos amarillos estaban fijos en el patio, donde claramente se veía a su ex con su nueva novia. Maulló suavemente sin girarse a verlo.

—Obviamente un perro no, Yoongi. —bufó. —Pero tal vez un tigre, ¿no te gustaría?

El gato negro lo ignoró. No es que estuviera interesado en una pareja, la temporada de calor estaba cerca, pero el podía simplemente esperar al próximo año, o al siguiente de ese.

Tenía 22 años, podía esperar un poco más antes de entregar su preciada bolita de estambre.

—Además, ¿cuánto tiempo piensas estar de esa forma? Apuesto a que ni siquiera te has bañado.

Yoongi respondió con un maullido seguido de un bufido casi imperceptible.

—No seas tonto, eso no es verdad.

Sabía que su hermano siempre intentaba hacerlo sentir mejor respecto a eso, pero para Yoongi no era problema, de hecho, justo en esos momentos, era una total ventaja a su favor.

Por lo general, tenía a algunas cuantas personas a su alrededor, a veces con chocolate (el cual por alguna razón nadie sabía que odiaba), hierba para gato, o algún objeto brillante para él. No eran demasiadas, pero sí incómodas.

Sin embargo, cuando cambiaba a su forma felina, toda esa gente desaparecía. Casi como si fuera invisible. Claro, un gatito negro nunca llamaba la atención. Sin querer escuchar más tiempo a su hermano, bajó de la ventana y caminó fuera del salón.

La Universidad a la que asistía estaba diseñada para que los estudiantes congeniaran en todo sentido con su lado animal, por lo que se habían diseñado unos vestidores especiales que consistían en cubículos con casilleros para guardar sus pertenencias.

Yoongi había estado usándolos toda la semana. Entraba a uno de los últimos, se desvestía y guardaba sus cosas con un código, después cambiaba a su forma felina y pasaba el mayor tiempo posible de esa manera.

Justo en esos momentos debía regresar a su forma humana para volver a su casa, por lo que se dirigió al último vestidor y se vistió con calma.

Caminó por los pasillos sin prestar mucha atención, aprovechando que no había demasiados estudiantes en ellos, supo que no había sido la mejor de sus ideas cuando chocó al girar en dirección a la salida.

—Lo siento. —habló bajito, deteniéndose un segundo para mirar a la persona con la que había tropezado. Un bonito chico rubio lo recibió con sus brillantes ojos azules que rayaban el gris.

—Perdón, fue mi culpa, quería-

—No importa, perdona. —Yoongi lo rodeó y siguió su camino sin más, sorprendiéndose un poco cuando el mismo chico corrió hasta plantarse frente a él. Las mejillas rellenas estaban coloreadas de rosa y los labios rojos se apretaban con nerviosismo.

El felino se sintió un poco intimidado por lo brillante que lucía en contraste con él, quien siempre llevaba colores opacos y obscuros encima. Un calicó, pensó entonces, ¿qué otra razón había para verse así? No conocía a muchos gatos de esa raza, pero sabía que siempre encontraban la manera de destacar, justo como la brillante bola de sol que estaba hablando frente a él.

De tí || ym ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora