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Es mentira, es mentira, es mentira. Yoongi talló su rostro asustado, negándose a creer que Jimin fuera un pingüino y no un gato calicó de ojos bonitos.

Salió del vestidor frotando las manos en su pantalón, intentando quitar el sudor de sus palmas. Jimin se asomó con tímidez dentro del lugar.

—¿Yoongi hyung?

—Aquí estoy. —el felino se sintió avergonzado por causar una expresión preocupada en el rostro de su más reciente amigo.

—¿Está bien, hyung?

—Sí, no es nada, solo... Tenía que vestirme.

—Oh, ¿es porque vine antes?

Yoongi asintió, fingiendo que acomodaba su cabello para disimular sus mejillas rojas. —Me tomaste desprevenido.

Jimin sonrió. —Lo siento, es que quiero mostrarle algo. —se acercó a él y entrelazó su brazo con el suyo, la pequeña mano del rubio se metió dentro del bolsillo de la chaqueta rosa que llevaba y luego, aprovechando sus estaturas iguales, depositó un pequeño beso en la mejilla del mayor. —Ya no corra lejos de mí, ¿sí?

Yoongi sintió que su respiración se cortaba de golpe, solo siendo capaz de ser arrastrado fuera de los vestidores. Yoongi notó por primera vez las miradas ajenas sobre ellos.

Algunos de ellos habían sido pretendientes suyos que, recién caía en cuenta, no revoloteaban a su alrededor desde las últimas semanas. ¿Era por Jimin?

Miró su rostro, brillante como siempre, enmarcado por los cabellos rubios y la bonita sonrisa que achicaba sus ojos azules. Era el gato calicó más bonito que había visto, estaba seguro de que, si ponía atención, probablemente vería sus orejas alzándose sobre su cabeza.

Detuvo sus pensamientos cuando Jimin los hizo detenerse fuera del edificio. Los ojos azules aletearon tímidos hasta él. —¿Sucede algo, hyung? Lleva rato viéndome.

Yoongi giró el rostro avergonzado. —No. —el felino creyó que ese sería un buen momento para preguntarle acerca del rumor que había a su alrededor, pero el miedo a descubrir que el rubio no era un gato como él comenzaba a morder la corteza de su craneo.

Siguieron el camino indicado por el menor, con este mismo hablando de todo y nada a la vez, Yoongi intentó entender algo de que decía, pero el calor corporal que Jimin le transmitía no lo dejaba pensar correctamente, y no fue hasta que estuvo sobre un escenario que pudo reaccionar.

—¿Estamos en tu edificio? —abrió la boca, asombrado por el eco de aquella sala de teatro. La luz daba sobre el suelo de madera y en la obscuridad apenas podía divisar las cientos de sillas negras.

—El profesor de actuación no pudo asistir hoy, así que la sala está libre hasta mañana.

Yoongi observó su alrededor, encantado con el piano de cola color negro que estaba perfectamente posicionado en una de las orillas. Avanzó hasta él y tocó con adoración las teclas.

—A hyung le gustan los pianos, ¿verdad? —Jimin sonrió, quitándose la chamarra y mostrando una simple camisa blanca, la dejó sobre el piano y luego se sentó en la esquina del banquillo, dejando la mitad libre para Yoongi. —¿Quiere tocarlo? Yo solo sé como tres canciones.

El felino se sentó a su lado, sintiendo como su costado se pegaba por completo a él, no evitó sonreír, presionando algunas teclas solo para escuchar el dulce sonido que provocaba con ello. Llevaba años sin tocar un piano como ese, solo conviviendo con su viejo teclado.

Pronto unas partituras sobre el atril llamaron su atención, las tomó ignorando la manera en que Jimin se recargaba sobre él. —¿Son tuyas?

—¿Mm? No. —el rubio leyó por encima las hojas y sonrió alzando la vista para ver a Yoongi. —Son de Namjoon hyung, es un oso de Filosofía y Letras, le gusta mucho escribir canciones, así que a veces viene, de seguro se le olvidaron.

De tí || ym ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora