I

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Llegó a su casa sintiéndose flotar, ya estaba oscureciendo cuando tuvo que despedirse de Jimin, prometiendo que hablarían cuando llegaran a sus casas.  Sin embargo, su burbuja de felicidad se rompió cuando su hermano lo apuntó acusador apenas abrió la puerta.

—¡Ahí estás! ¡Tú, mentiroso!

Yoongi levantó las manos en un intento de demostrar su inocencia. —¿De qué hablas?

—¡Sé que fuiste a verte con Park Jimin!

Yoongi frunció el ceño extrañado, claro que fue a verse con Jimin, era su pretendiente, y recientemente descubierto novio. —¿Qué tiene?

—¡Me dijiste que no estabas saliendo con el pingüino!

—Jimin no es un pingüino. —defendió de inmediato. —Es un gato, y estoy seguro de que es un calicó.

La afirmación hizo que su hermano mayor lo mirara desconcertado y luego decepcionado. —Yoongi. —llamó compareciente. —Eres un idiota.

—¿Qué? —el minino lo miró indignado, el mayor levantó la mano, pidiendo con el gesto que no hablara.

—¿Lo has visto transformarse? —preguntó en un suspiro. Yoongi torció el gesto.

—No.

—¿Y él te dijo que era un calicó?

—Pues no, pero es obvio, tú no lo has visto, pero brilla como uno.

—Ajá, ¿y qué fue lo que te dio como cortejo?

—Una cajita con hierba y diamantitos.

Su hermano lo miró unos momentos en silencio, como si no pudiera creer lo despistado que Yoongi podía llegar a ser. Entonces sacó su teléfono y buscó un video en la página oficial de la Universidad.

—Este... —señaló. —es Park Jimin. —Yoongi vio a su gato calicó bailando en medio de un círculo de personas, parecía una competencia improvisada, entre el público Hoseok y Jungkook gritaban emocionados. —Un pingüino de Artes, es popular y tiene más pretendientes que tú dedos en las manos. Te dió una piedra y tú la aceptaste porque eres imbécil.

El menor contuvo la respiración, negó suavemente, sonriendo nervioso. —Debes estar confundido. Si Jimin es un pingüino y me dio una piedra...

—Te casaste, estúpido. —su hermano golpeó su nuca y luego se fue, directo a la cocina, gritando a su madre. —¡Te lo dije, mamá, no debiste sacarlo antes de los nueve meses!

Yoongi solo tuvo cinco segundos de análisis antes de salir corriendo directo a su cuarto, revisando sus cajones sin recordar exactamente donde había colocado el regalo de cortejo que Jimin le había dado. Sacó su ropa desesperado, haciendo de su habitación un desastre. Entonces la cajita le saludó desde el fondo de su cómoda. Tragó saliva nervioso, dudando entre si abrirla o no.

Dentro de ella, estaba la camita de hierba para gato, sobre ella varias piedritas que simulaban diamantes y justo en el centro una piedra ovalada, de un gris tan profundo que brillaba al reflejar la luz, lisa y suave, sin desperfecto alguno. Yoongi se sintió desmayar.

Jimin
¿Ya llegó a su casa,
hyung?

Sí, ¿tú también?

Sip

Oye Jimin
¿Por qué nunca te has
transformado
conmigo?

Porque soy más
caluroso de esa forma

¿Por qué? ¿Quiere
verme, hyung? Le
advierto que soy muy
bonito, todos lo dicen

¿Podemos vernos
mañana?

Claro, ¿dónde?

Donde siempre

Al día siguiente, Yoongi salió de su casa dispuesto a hacer que Jimin le dijera la verdad, si es que era un pingüino, tendría que hacerle saber que eso que tenían no podía continuar. Los pingüinos eran casi tan sensibles como los cisnes respecto a sus parejas, Yoongi no podía cargar con esa responsabilidad.

Sin embargo, todo lo que había planeado se tambaleó cuando los ojos azules de Jimin brillaron al verlo. Sentados donde siempre, con Yoongi recargado en el tronco del árbol y Jimin inclinado frente a él. El felino no se sintió capaz de buscar cómo romper esa repentina felicidad que había llegado a su vida. ¿Estaba siendo egoísta por querer seguir viviendo engañado?

—Oh.

Yoongi parpadeó nervioso cuando Jimin se acercó a su rostro y lo miró fijamente, incluso pudo verse reflejado en los pequeños ojos brillantes.

—¿Q-qué pasa?

—No lo había notado, pero tiene unas pestañas muy bonitas, hyung. —murmuró antes de sonreír con los labios cerrados. —Incluso eso es bonito en usted.

Yoongi enmudeció. ¿Qué él era bonito? Jimin no tenía ni idea de cómo se veía él justo en ese momento. Si Jimin viera el reflejo en sus ojos así como él lo veía en los suyos, tal vez sabría que entre los dos, Jimin era considerablemente el ser más hermoso de todos. Pero si no podía verlo, entonces tal vez él podría mostrarselo. Eso pensaba cuando se inclinó un poco, porque solo eso bastaba para poder juntar sus labios con los de Jimin.

Sintió como el rubio se tensaba sorprendido, se separó con un pequeño chasquido y sonrió por lo bonito que Jimin se veía sonrojado.

—Ay, hyung. —chilló bajito con los ojos brillosos. —Cada día me enamoro un poquito más de usted.

Yoongi rio suavemente, desprevenido por la queja del menor, y entonces decidió ser egoísta, porque tal vez él también se estaba enamorando un poquito. Solo un poquito, y por eso volvió a besarlo, porque tal vez ya no podría dejar de hacerlo.

—Ahora no podré dejarlo ir, hyung, se lo advierto. —susurró Jimin sobre sus labios, los besos volaban con movimientos pequeños y dulces entre ambos. —Soy un pingüino muy feliz.

Ah, sí. Un pingüino.

Era un idiota, decidió, pero era un idiota feliz.

De tí || ym ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora