Cuando los Imaríes descendieron de los Cielos y hablaron a los Ilfions en sus maravillas; y les decían que partasen a las tierras para habitarla, las Primeras Formas del Mundo, los Ilfions, miraron asombrados y fascinados a las Estrellas. Sus ojos reflejaban una fascinación y obediencia hacia las Estrellas; y tal son aquellos que apenábanse cuando los Imaríes ascendían a la atalaya de los Cielos en su descanso de la Creación.
Y, luego, quedaron en un profundo silencio. Nadie se movía, nadie nada decía. Estaban maravillados ante la simple consciencia de la excelencia de las Estrellas; y no era envidia que devoraba sus interiores, sino obediencia a las palabras de los Imaríes. Y, por ello, lentamente fragmentáronse en pequeños grupos, y en pequeños grupos partieron hacia las tierras desconocidas.
Y cada grupo se volvió en diferentes caminos, y se separaron de aquella pradera que más tarde llamarían Ior Imari, que significaba Luz de las Estrellas. Y fuéronse en tres caminos, porque eran tres los grupos; el primer grupo se volvió hacia el Este, hacia las aguas del Thumdaré, el mar de las aguas cristalinas, y por ello los descendientes de los Ilfions los llamaron Numdharé Filio, que significaba Hijos de las aguas cristalinas, porque se enmoraron de las aguas del Thumdaré en los cuernos del Señor de las Aguas.
El segundo grupo de Ilfions se volvió al Oeste, hacia las montañas de Khalkesti, que más tarde sería la frontera entre los reinos de los Ilfions de las Montañas y los Ilfions del Bosque; y por aquello fueron llamados Romarien, que significaba Amor por tierra.
Y el tercer grupo de Ilfions se volvieron hacia los bosques del Norte, donde más tarde nacerían los hijos de Tumar Tumarion. Y fueron llamados Ams Versurien, que significaba Voz de los Versos; y fueron dotados de aquel nombre porque fueron aquellos los Ilfions cantores de los cantos y epopeyas y hazañas de los héroes.
Y, pues, partieron en tres grupos, y los Ilfions cantores se adentraron en los bosques del Norte, que fueron llamados Nortendam, el Norte Sigiloso. Y entre aquellos Ilfions se hallaba el padre de los Reyes Ilfions, el joven, sabio y feroz Ilhor Voltan. Y, pues, fueron hacia las tierras del Norte, donde la bendición de Valara, la que Duerme en las Hojas, hizo florecer los árboles y las plantas y la hierba que allí habían florecido; y en belleza y vida superaba a todos los reinos élficos -reinos ilfions- que más tarde se alzarían en la Primera Tierra; que por cierto en los cánticos de los Ilfions cantores se la llama "Gia Ylimas" (se pronuncia Jia Jilima), la Tierra Brillante (también recibe otros nombres por parte de los Silios, los Hombres que llegaron en la Segunda Edad, que son Terra, Gear, Olú), u Olú, el Que da Vida, como no llamaron los Silios, las Segundas Formas del Mundo.
Pero en aquellos tiempos aún no sabían los Ilfions de los Silios que llegarían en la Segunda Edad; y, cuando ya fueron sabidos de ello y los conocieron, a menudo pensaban que solo aportaban dolor a los Imaríes; pero los Ilfions no sabían de las intenciones de los Imaríes para todos ellos, Ilfions, Silios e incluso la misma Terra.
Y, pues, durante el viaje a las tierras del Norte, fue Ilhor Voltan fue elegido como Señor de los Ams Versurien, los cantores que extienden su voz por tierras y mares; y fue elegido por su bravura, su fiereza y su inmensa sabiduría, pues los Imaríes dotaron a cada uno de los Ilfions un don único, ya sea en menor o mayor grado. E Ilhor Voltan dirigió la expedición a las tierras que más tarde suyas serían, y vivieron allí en Nortendam durante muchas edades, teniendo por reyes y señores a la casa de Ilhor. Porque el linaje de la casa de Ilhor es inquebrantable, y su voluntad poderosa y fiera, y fuertes y hábiles eran las manos de los de la casa de Ilhor; y muchos de los nobles Elfos que intentaron ascender al trono fueron vencidos, humillados y exiliados por la casa de Ilhor. Y, pues mejor prueba no hay, la casa de Ilhor continuó reinando Nortendam durante todas las edades que sucediera en Gia Ylima y más hasta el fin del mundo, cuando las voluntades de los Imaríes se cumplieran.
Mas antes de eso por muchas penurias habrán que pasar los Ilfions en estas tierras de Gia Ylima; y, pues eran inmortales, porque eran de la Luz del Génesis, tampoco enfermaban y la edad nada les hacía. Eran, entonces, eternos; y sólo la muerte por armas o por penurias del alma podía con ellos, y aquello era harto improbable, porque las llamas de la guerra aún no habían sido encendidas e inflamadas en el corazón de los Elfos; y por la razón misma tampoco sufrían de penurias durante las tres edades que pasara desde el Sueño de los Imaríes en la Atalaya de los Cielos. Y los cuernos de la guerra no sonarían hasta mucho tiempo después.
Y cuentan los Sabios que la Primera Guerra sucedió antes de que los designios de los Imaríes se cumplieran, antes de que despertaran del profundo sueño donde dormían todos menos Melvor, el Rumiador del Descanso, quien todo vio desde su palacio en las bóvedas celestiales, situado en los más alto del Firmamento; y sentado en su trono de plata contempló con pena y dolor, con terrible angustia y sobrecogimiento en el corazón, aquella matanza entre hermanos y primos de la misma sangre y de la misma materia, pues todos los Ilfions provienen de la Luz sagrada del Génesis. Y se dice entre los grandes reyes élficos en muchas edades posteriores que Melvor no soportó aquel terrible dolor, y no toleró la sangre que corrían en rápidos caudales en los campos de Gia Ylimas, ni tampoco los gritos de angustia de los Ilfions que resonaban en ecos hasta el mismísimo Abismo Intemporal; y dijo a todos aquellos que llevaban armas de guerra y que eran maculados por la sangre de sus parientes:-¡Detengan esta absurda lucha!-Y todos cuantos le oyeran pararon de luchar y, encogidos del miedo, pararon aquella matanza de hermanos-. Todos ustedes han empuñado los instrumentos de guerra y los han desenvainado en señal de matanza; y todas vuestras manos están maculadas y bañadas en sangre de vuestros hermanos y parientes. Y por esa misma razón no podréis abandonar esta inclemente lucha ni cesaréis de mataros entre vosotros, pues se os ha condenado a asesinar a vuestros parientes y hermanos y vosotros mismos; y, cada vez que una herida mortal se os abra, y la mirada de la muerte os mirara, sin embargo, sed conscientes de que no pereceréis y vuestra sustancia desaparecerá en el corazón del mundo; sino que retornaréis a la vida para tornar a sufrir los tormentos mismos que sufristeis al comenzar la misma matanza. Y esto será un ciclo eterno del que no escaparéis, y el eterno dolor y tormentos que cada uno de vosotros causasteis a los vuestros se os aplicará en esencia a vuestra carne y alma; y sólo cuando paguéis el precio de esta sangre, seréis librados de este ciclo de sufrimiento.
Y todos los Ilfions que aquello oyera comenzaron a temblar, y quisieron el perdón de sus actos; pero les fue denegado. Y quisieron soltar las armas, pero las manos no podían desempuñarlas. Y quisieron huir, mas sus miembros no le respondieron. Y cuentan que la matanza continuó, y los ríos de rápidos caudales de sangre recorrían más las tierras, se adentraban en el corazón de la tierra y lo manchaba de rojo sangre. Y los gritos de angustia y sufrimiento alcanzaban los muros del Vacío y trepaban por las paredes de la Atalaya de los Cielos. Y las armas surcaban el aire y desgarraba la carne de los Ilfions, y los llevaban al precipicio de la muerte. Pero no morían, porque las palabras de Melvor los retornaba a la vida, y volvían a la lucha, y la matanza continuaba.
Pero de entre todo aquello se ha de destacar el amor que profesaban los Ilfions a Melvor; porque entendían el designio del Imaríe, y sabían que, llegado el momento, todo aquel dolor que sufren no habrá sido sino un recuerdo de un remoto pasado. Y por ello se mantenían firmes y luchaban y mataban, para que volvieran de la muerte, esperando el perdón del Imaríe.
Mas si todo aquello acabó o sigue sucediendo en las lejanas redes del Primer Mundo, nadie lo sabe; porque eso ocurrió hace mucho, en las edades antes del Hombre, y solo nos llega a través de los cantos hermosos y dolorosos que los Ilfions cantores cantaban a las orillas del mar o en las profundidades del bosque. Y en verdad nada se sabe con exactitud de la realidad de la Primera Guerra; porque todo era poco importante antes de las maquinaciones y oscuros designios del Señor de las Tinieblas.
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Génesis de los dioses
Science FictionDesde los inicios de los tiempos el Espacio estuvo lleno de una absoluta oscuridad. No existía ningún rastro de luz que iluminara el vacío que se extendía infinitamente en las tinieblas. No existía nada; sólo la impenetrable niebla formaba el Espaci...