El día

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Hoy por fin era el día, acompañaría al Luca a una de esas convenciones con gente que la neta a de oler bien gacho, como a cebolla podrida, pero no importa, todo sea por ese güerito guapo. Lo que uno hace cuando está enamorado es cañón, al chile.

– Beto, ¡vente a tragar rápido!

La melodiosa voz de la mujer interrumpió el hermoso escenario falso que se estaba inventando el moreno pero ni modo tenía que ir  a comer o si no su mamá lo traía a comer.

– Oye ma, ¿Te puedo pedir algo?

Preguntó scorfano dudando de sí mismo, seguramente su progenitora lo iba a mandar a tragar caño o probablemente sólo le diga que si y que dejara de preguntar, uno nunca sabía.

– Si, pregúntame, Beto

Dijo la mujer mientras daba un largo trago a su agua de Jamaica.

– Es de que, osea, yo me ofrecí a pss hacerle compañía a un amigo porque iba a ir sólo a una de esas cosas donde van los otakus y pues me daba pena que fuera solillo, ¿Ve'a? Tonces que el Guido, Ercole y yo nos ofrecimos pa' compañarlo, ¿Si puedo ir o les digo que siempre no? ¿O cómo?

Alberto se quería morir, no literal pero sabía que su no podía decirle a su mamá "oye ma, me ofrecí a acompañar a un tipo a una convención sólo porque tenía celos y de colmo apenas y conozco al tipo" no podía, a menos de que quisiera quedarse castigado el resto de su vida.

– Claro que si, te voy a dejar algo de dinero para el micro y para que compren algo de comer, me alegra mucho que tengas más amigos aparte de esos dos.

Alberto estaba agradecido aunque extrañado con la facilidad en la que su mamá le dió permiso, algo en esta situación no cuadraba y él lo sabía muy bien.

– Muchísimas gracias, mami

Alberto se levantó de su lugar para abrazar a su mamá.

– Te quiero mucho, mijo, pero nada es gratis así que cuando vengas quiero que te pongas a recoger la casa y lavar la ropa.

Si, ahí estaba esa cosa que le daba una mala sensación al moreno, nada era gratis en la vida y lo sabía muy bien con su madre.

– Si, ma'

Respondió de mala mientras soltaba un suspiro, ahora él quería inventar una excusa para no tener que hacer todo eso, se arrepentía de ofrecerse pero no podía quedarle mal al güero, se notaba que era de los que lloraba fácil por cosas pequeñas.

Su jefa por fin se había ido a trabajar y Alberto sabía que tenía que ponerse guapo pos pa' verse presentable pa' su morrillo, ¿Qué no?

– Me voy a poner unos Adidas, una camisa gris y unos shorts azules, a la moda como esos otakus

dijo Alberto totalmente seguro se su vestimenta. El moreno salió de su casa con prisa para dirigirse hacia la convención que según Guido quedaba en el centro de la ciudad, y la verdad Alberto quería pelar gallo pero no podía quedarle mal al vatillo.

En definitiva Alberto quería irse de pinta de aquel lugar, el olor a axilas y perfume barato le impregnaba demasiado las fosas nasales, oh, era él mismo...

– ¡Alberto!

Gritó Luca corriendo hacia donde estaba el chico, Luca obviamente no iba solo, estaba acompañado de Guido y el hermano de Guido.

– ¿Qué onda, pa'?

Preguntó Alberto como buen hombre de calle que era él, realmente deseaba darse un trancazo, ahora Luca pensará que es un futuro narco.

El güero de la esquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora