Capítulo 25.

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Capítulo veinticinco. -Let me die.

''Hice un manual para querernos, para no descomponernos''

Laura no entendía por qué la vida era tan injusta. Nunca le había hecho nada a Sandy y sin embargo, ella le molestaba. Nunca le había hecho nada a su padre y él le mentía. Estaba dentro de una habitación con Ross en uno de esos hoteles para una sola noche en medio de la ruta, Laura se encontraba sentada en la cama, y los brazos de Ross le rodeaban por todo su cuerpo, dándole protección. Se sentía mal por dos cosas: su padre le había mentido, había contratados a dos chicos para que le hicieran vivir la típica vida adolescente que toda chica quiere disfrutar y después, estaba Ross. Él, desde hace poco, le había empezado a tratar bien y de vez en cuando hablaba con Laura en los pasillos o sala del Instituto, le tomó aprecio, y Laura lo trataba mal... Ross está con la castaña en ese momento, haciéndola sentir que no está sola, y la sensación de arrepentimiento formó un nudo en su garganta.

-Perdón. -Dijo Laura saliendo del pecho de Ross

- ¿Por qué? -Él frunció el ceño, bajando la cabeza hacia ella.

Era mucho más petisa que Ross, Laura se quedó callada pensando en sí decirle o no, no quería que él supiera que le tenía una pizca de cariño. Era raro: nunca habían sido amigos, y él la trató mal, y después Ross se unió a lo que era la amistad de Rydel y Laura... Un pensamiento atravesó su cabeza: ¿Él también era otra mentira? ¿Era el otro proyecto de Damiano? Observó sus ojos, y luego su expresión. No sospechó de Ross pero realmente no podía confiar en nadie... La vida está llena de gente que siempre te va a lastimar, y no importa lo que trates de hacer para evitarlo, las cosas hirientes que te escupen las personas o tú misma siempre quedan rebotando en la cabeza como si fuera una pelota de futbol. Recordó una frase que su madre siempre le decía antes de ir a dormir pero, ella era tan pequeña que nunca la entendió, y ahora se había detenido a pensarla. "Tienes que ser como un globo, Laura... Tienes que volar en libertad, como si solo fueras tú y el aire. Los problemas tienen que quedarse fuera de tu cabeza. Debes ir, explorar, conocer siempre estando libre porque eres una persona y mereces eso." Se había quedado en silencio por unos minutos, y Ross permanecía sentado mirándola. Cuando volvió a la realidad, él seguía de la misma manera que antes. No le respondió la pregunta que le había hecho, quería saber si todo lo que hacía era porque su padre lo había contratado o si de verdad lo hacía porque, de algún modo, le importaba.

-Respóndeme algo con toda la sinceridad, ¿si? -Le dijo ella levantándose de la cama. Empezó a caminar alrededor de la pequeña habitación, se sentía asfixiada, abrió la ventana y dejó correr el aire. Ross soltó una risa.

-Suéltalo.

- ¿Mi padre te pagó o algo para que tú te acerques a mi?

Ross arrugó la frente, y juntó sus cejas sorprendido por la pregunta que había escuchado. Se pasó una mano por el pelo, y siguió de la misma manera. Negó con la cabeza. Laura pensó en que, tal vez, era muy buen actor pero, una parte de ella confiaba en que eso no había pasado pero la otra le gritaba que sí.

- ¿Por qué lo preguntas, Laura? -Dijo en una voz muy suave como el terciopelo.

Enfrentó sus ojos contra los de él. No debería contarle, ella todavía no lo aceptaba del todo porque, o sea, su padre le había mentido y a las personas que les confío lo que les estaba pasando solo la vieron como un proyecto para poder ganar dinero fácil. Solo tenían que fingir que les importaba, tenían que decir cosas bonitas, tenían que animarla a vivir la vida cuando Laura no quería eso. La vida era una mierda. Caminó hasta la ventana y recostó sus brazos en el picaporte blanco que poseía para ser decorado, aunque digamos que no era muy lindo, sólo era un lugar para quedarse por un día y luego, conseguir un apartamento o solo volver a la casa. Minutos después, escuchó pasos de alguien acercarse, sabía que era Ross porque era la única persona ahí mismo con ella. Se apoyó contra la ventana, que era amplia, y le volvió a preguntar por qué le preguntó eso. Laura hacía sus esfuerzos para no llorar cuando pensaba eso, como necesitaba a su madre en este momento, capaz si ella todavía siguiera viva, nada de esto estuviera pasando... Ella era el ángel alegre de la familia, siempre iba a hacer eso. Y como siempre, las lágrimas caían por sus mejillas empapando su cara, no hizo nada para que estas se fueran de la misma. Ross metió las manos en sus bolsillos, y la miró. Laura abrió la boca para hablar, y se giró para ver la cara de Ross, en sus ojos vio que no sabía qué hacer con todo esto, al parecer era la primera vez que veía llorar a una chica de esta manera y también, vio pena. Era lo último que la gente sintiera por ella: pena. Todos siempre sentían pena, pena, y pena.

-No sientas pena.

...

Ross estaba sentado en el otro extremo de la cama en diagonal a Laura, ella le había contado todo porque necesitaba descargarse, quería ser un globo como su madre le dijo... No podía entender cómo es que recién ahora se acordó de eso. Ella le había enseñado un montón de frases antes de morir para poder sobrevivir para cuando sea grande por si no seguía viva... Y nunca había tenido presente aquellas que le ayudarían.

-Tu padre no me contrató ni nada por el estilo, Laura-Le dijo, era la décima vez que le decía lo mismo.

-No te ofendas pero, no te creo.

Ross chasqueó la lengua, y una sonrisa se extendió por su rostro. Sus mejillas tomaron un color más caramelo, y abrió la boca para decir algo.

-Si eso es así, ¿Por qué sigues aquí conmigo? -Touché.

...

Eran las seis de la mañana cuando Ross dejó la habitación por haber recibido una llamada de la madre preguntándole dónde estaba, y diciendo que realmente se preocupó por él... Laura realmente estaba agradecida de que él estuviera ahí con ella para escucharla cuando quería desahogarse. Lo despidió y lo primero que hizo fue mirar hacia la cama, y su mochila, cual agarró entre sus manos para sacar su celular. Veinticinco mensajes de texto, veinte llamadas, cinco mensajes de voz, y todas eran de su padre. Canceló todas las opciones que tenía para devolver llamadas, respondes los mensajes, y oír los de buzón de voz... Solo quería dormir toda la tarde hasta que se sintiera bien aunque, nunca lo haría. ¿Cómo podía, después de esto, mirar a su padre a la cara? ¿Cómo podría EL hacerlo? No tendría el valor de caminar por los pasillos sin tener miedo de encontrarse con Rydel Ojala nunca hubiera pasado nada de esto. Laura cogió su mochila y fue al baño, en unos de los cinco bolsillos pequeños tenía una navaja sin usar, poseía una gran colección de aquellas. Cuando la encontró, la miró por un rato hasta que se la clavó en la muñeca sin compasión sobre ella misma, la lanzó como una navaja es lanzada, hizo un trazo desde el inicio de la muñeca hasta el antebrazo, y como siempre, las lágrimas cayeron al igual que las gotas de sangre contra el piso... Contra el piso duro, y frío.

...

Laura volvería a su casa, llevaba dos días en ese maldito hotel y no lo soportaba. Necesitaba su cama, su bonita cama, no le gustaba para nada aquel lugar. Cerró la puerta de la habitación con su mochila en su hombro colgando, en algún momento tenía que volver, no tenía la suficiente ropa como para vivir fuera de su casa. Encendió el auto, y di una vuelta en 'u' para volver a la carretera y llegar hacia el centro de Los Ángeles . Llevaba tres horas andando por la ruta, y se había perdido de nuevo. Era un completo desastre, no llamaría de nuevo a Ross, Laura no le haría pensar que él era siempre su salvavidas... Así que, cuando encontró una estación de servicio paró y preguntó por dónde tenía que ir, estaba yendo en dirección contraria hacia dónde es el centro de la ciudad. Volvió a entrar al coche, y golpeó el volante con fuerza que se terminó lastimando ella, la mano se le ponía roja con el paso de los segundos e iba maldiciendo en voz baja. Le dolía.

Habían pasado dos horas más, se habían convertido las ocho de la noche cuando paró el auto enfrente de su casa. Prendió su celular, y tenía mensajes, llamadas, mensajes de voz de su padre, Rydel, Y Ross, abrió el último: Ross le preguntaba cómo estaba y que si necesitaba algo que la llamara sin importar la hora. Sonrió al verlo y apagó el aparato de nuevo. Bajó del coche con la mochila en el hombro, sentía una presión en el pecho, se sentía completamente nerviosa, su padre estaba en casa porque se notaban las luces prendidas, su estómago se revolvió del pánico que tenía. No quería verle la cara, en esos momentos, no le quería... Por más que quisiera decir que le odiaba, no podía. Oh, vamos, era su padre y el odio era un sentimiento demasiado grande así como el amor, imposibles de identificarlos a tan solo días. Caminó, subió un escalón, después otro y estaba enfrente de la puerta. Al abrir, se encontró con vidrios en el piso, las cosas desordenadas y botellas que contenían alcohol, el líquido también estaba tirado por todo el piso, había muchas de estas. Laura se quedó con la boca abierta, y sin hacer ruido; cerró la puerta, y caminó entre todo esto pero, no era tan silenciosa. Sintió unos pasos, y la puerta del baño se abrió... Su padre salió del mismo con los ojos cansados pero cuando le vio se iluminaron, estaba pálido y tenía ojeras. Estuvo de la misma manera que cuando se murió su esposa, Laura sintió un nudo en la garganta y sacó la vista de su cara. Quiso caminar hacia la puerta e irse, marcharse lejos de ahí pero no quería dejarlo de esa manera, lo veía tan vulnerable, tan solo, tan triste

Let Me Die (Raura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora