Capítulo 17

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Buenas!!! Les traigo los últimos capítulos de esta historia bella, espero que la hayan disfrutado como lo hice yo al adaptarla...

Nos vemos próximamente, tal vez con otra adaptación, pero mucho más adelante!

Un saludo y un gusto haber compartido con ustedes!


Disfruten!!

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Capítulo 17

Sakura

―¿Qué demonios Junpei? ―grité con frustración dos semanas después, sabiendo que debería intentar mantener mi voz baja, pero sin ser capaz de calmarme.

Estaba mirando una carta que había traído a casa de la escuela, y no podía creer lo que estaba leyendo.

Mi niño, mi dulce y sensible niño quien era protector con Masaru e Ayame como si fueran sus hijos, era un bravucón en la escuela.

―¿Qué está pasando? ―pregunté, moderando mi voz un poco.

Él estaba de pie frente a mí, sus brazos cruzados sobre su pecho; lo cual a propósito ya no era lindo, y se negó a decir una palabra. En cambio, estaba fulminándome con la mirada como si no pudiera soportar verme. No entendía qué estaba pasando.

El primer mes de escuela había sido difícil para Junpei. No le gustaba estar lejos de casa todo el día, y parecía que no estaba haciendo amigos en su clase. Pero pensé que se estaba ajustando. Había despertado del bajón en que había estado y había vuelto a hacer el mismo temerario juguetón que todos conocíamos y amábamos.

―¿Y bien? ―pregunté con exasperación, apuntando y mirando a Airi y Kiyoshi, quienes estaban intentando husmear por la esquina de la pared antes de volverme a mirar a Junpei―. Tu maestra dice que has estado siendo malo con otros niños. Que has estado poniéndoles apodos. ¿Es cierto?

Frunció el ceño, sus cejas juntándose.

―Respóndeme ―ordené.

Después de unos minutos de silencio, honestamente no tenía ni idea de qué hacer. Quería enviarlo a su habitación, pero sabía que eso no era realmente un castigo. Kiyoshi y Junpei tenían juguetes esparcidos de un extremo al otro de la habitación. Esencialmente estaría enviándolo a jugar.

―Bien ―murmuré, caminando hacia una silla en la cocina y poniéndola contra la pared―. Siéntate.

No se movió de su lugar, y finalmente tuve que tomarlo a fuerza de la mano y llevarlo hasta la silla, levantando su rígido cuerpo hasta que estuvo sentado.

―Puedes quedarte ahí hasta que estés listo para hablar ―dije con frustración.

Miré a Masaru, quien estaba jugando tranquilamente en el suelo, y a Ayame, quien estaba dormida en su columpio, antes de sentarme a la mesa donde podría revisar mi correo y vigilar a Junpei.

No se movió. Sólo se quedó mirando la cocina. Por una hora.

Luego dos.

Para cuando Sasuke vino a casa, yo estaba casi llorando y estaba tan frustrada. No sabía qué hacer. No quería dejarlo ahí sentando, pero tampoco quería que fuera más fuerte que yo.

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