|Capítulo 6 |

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Tuvo pesadillas, pero ella era su sueño.

—¡Mamá! —gritaba repetidas veces, desesperada y aterrada.

Su puerta se abrió de forma brusca y su madre corrió hasta ella para abrazarla con fuerza y susurrarle frases cortas y calmantes al oído.

Había tenido una pesadilla, otra de tantas en la semana, la pobre chica no iba a soportar tanto si seguía así. Si lograba dormir, las pesadillas llegaban, si no dormía, con el pasar del día este se la cobraba.

Esa situación la tenía cansada, solo era una adolescente con ganas de tener una vida normal, sin traumas, sin toda esa mierda que conllevaba ser ella. Lágrimas incontrolables salían de sus ojos. Se aferraba al pijama de su madre, se aferraba a ese abrazo con todas sus fuerzas, como si fuera el ultimo.

No quería soltarse y hacerse daño en frente de su madre, a quien le prometió que no lo volvería hacer, no quería defraudarla una vez más.

El aire en sus pulmones se agotaba, no quería mas de esto, quería desaparecer, quería dejar de ser ella con todas sus fuerzas y en algún momento, esperaba que el universo le cumpliera ese sueño tan aterrador y egoísta, pero a la vez tan esperado y deseado.

Ya no sentía tantas ganas de seguir viviendo, ¿Por qué lo seguía haciendo? No tenía respuesta a esa pregunta.

No más. No más. No más.

Repetía constantemente en su mente. Estaba agotada.

—No más, por favor. —un susurro suplicante salió de entre sus labios temblorosos, al igual que su voz.

Su madre acarició su espalda, ella también tenía lágrimas en sus ojos, pero intentaba contenerlas lo más posible, no quería llorar con su hija al lado. En serio no lo quería hacer.

Sin embargo, el dolor de ver a su hija tan destruía le ganaba tanto a ese deseo que terminó llorando en silencio mientras apestaba más el abrazo. Se sentía culpable, ¿Por qué dejó que todo esto pasara? ¿Por qué no se separó de él a tiempo? Antes de que sus dos hijas terminaran así. ¿Cómo permitió que eso pasara?

El aire se le estaba acabando por segunda vez, cada sollozo se lo robaba.

Se separó del abrazo y comenzó a golpear al colchón con un puño demasiado fuerte, con desesperación, quería gritar, pero a la vez no. Golpeó con más fuerza, 1, 2, 3, 4, 5... 15, y más veces, cada vez más fuerte, sentía ardor en sus nudillos, pero eso no le importaba.

Su madre intentaba que parara, pero ella estaba perdida en su mundo, en su mente destrozada.

Golpeó más fuerte, por la luz de la luna que se escabullía por su ventana podía ver el como sus sábanas estampadas de figuras geométricas blancas y negras y de más colores pasteles, se llenaban de manchas de sangre, algunas en el mismo lugar, otras fuera de este.

Su vista se nubló por unos segundos, pero eso no la paró. Agarró su almohada y se la colocó en su rostro. Gritó. Con frustración con enojo, con desesperación, con miedo, con tristeza. Se desahogó o al menos eso intentó. No más.

—Karina. —su madre llamó la atención de ella chica al ver que esta parecía adormecida luego de haber gritado. Con cuidado acercó su mano al hombro de su hija.

Al sentir el tacto se apartó enseguida. —No me toques. —pidió con rudeza.

Su madre asintió, sabía que Karina solo se dejaba tocar cuando no era consciente de que lo estaba haciendo o cuando necesitaba apoyo. Del resto, nunca dejaba que alguien le pusiera una mano encima.

La historia de un suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora