|Capítulo 12|

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Me siento vacía, débil y atemorizada.

—Además, Afrodita fue honrada como protectora de aquellos que navegaban el océano, y menos sorprendente, de las cortesanas y prostitutas. —decía Sara emocionada, como siempre que hablaba de la mitología griega— Su equivalente en la mitología romana es Venus.

Karina suspiró y asintió con la cabeza. —¿Siempre que nos veamos me contarás algo sobre la mitología griega?

—¿No te agrada? —dejó de mirar el cielo y miró a la pelinegra— Podemos hablar del beso que te diste con Altea, es más interesante.

—Chismosa. —se burló.

—¡Tú fuiste la que me contó el chisme a medias!

Karina se mordió los labios y miró el cielo estrellado arrancando con su mano algo de pasto. Habían pasado dos días desde el beso, y sí, habían hablado, más no del beso. Lo que causó algo de estrés a Karina, porque ella se moría por hablar del beso y saber que sentían la una por la otra.

Sin embargo. Altea estaba asustada. Ella sabía que le gustaban las mujeres desde los quince, pero nunca se lo dijo a su familia y, tener a la chica que le gusta viviendo al lado de su casa no era algo muy bueno en estos casos. A veces le preguntaba a su madre sutilmente que; ¿Qué pasaría si alguno de sus hijos fuera homosexual?

Mia siempre respondía que no pasaría nada y que seguirían siendo sus hijos a pesar de todo, y que sería muy chistoso ver la cara de su esposo al saber aquello.

Nunca ha pensado en decírselo y parecía que el momento había llegado, tenía que decirlo. No viviría con el peso de esa mentira tan grande, en algún momento tendría que decirle a sus padres, ¿Y si llegaba alguien con quién se quería casar? ¿Entonces que haría si ese alguien fuera mujer?

Karina cerró los ojos y se relajó en aquella cobija en la que estaba acostada. Cuando llegó al parque se encontró con Sara sentada en una cobija negra con coronas estampadas en esta y viendo a Hécate jugar. Decidió sentarse con ella, le había caído bien la primera vez que se vieron.

—Altea... —volvió a abrir los ojos— Ella... No lo sé. Cuando intento hablar con ella del beso, cambia el tema rápidamente.

Gruñó y se sentó en la cobija. Esto era horrible, era como si la ignoraran.

—Si fueras Afrodita, las cosas se solucionarían con un poco de coqueteo. —se encogió de hombros.

—¿Afrodita no atrae solo a los hombres?

—Es diosa del amor, la belleza y todos los aspectos sexuales —hizo una exclamación y miró a Karina— ¿Quieres hacer algo sexual con Altea?

Vaya que si era chismosa.

—¡¿Qué?! —hizo una mueca y negó con la cabeza— ¡No! Bueno... Si se da pues...

—No hables más, siento un trauma aproximándose.

—Tú preguntaste.

—Verdad. —asintió con la cabeza lentamente y dejó su boca entreabierta.

Karina la observó con una sonrisa burlona. Sara era graciosa, amable y muy distraída, tanto que, en un momento dado tuvieron que parar la conversación porque habían perdido de vista a Hécate. Estaba a unos metros de ellas acostada en el césped y dormida.

A veces tenía las actitudes de Luna Lovegood, solo que su obsesión no eran las criaturas mágicas, eran los dioses griegos. Un dato gracioso es que cuando se emocionaba demasiado con alguna de las historias de algún dios, terminaba alzando la voz y su rostro se ponía rojo de la emoción.

La historia de un suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora