Cuando el mundo deja de ser rosa.
A veces las cosas no salen cómo quieres, a veces simplemente son cosas y ya, el universo las manipula a su gusto; no te salen bien, pero tampoco mal, solo quedan ahí, en lo que parece ser un punto intermedio.
Y eso puede llegar a ser fastidioso, porque lo que más quieres es que las cosas te salgan bien, perfectas, a tu gusto. Llegar a querer todo como quieres puede llegar a ser peligrosamente aterrador.
Generalmente a Altea las cosas le salían muy bien si se esforzaba, si ella lo quería; todo era perfecto. Puede sonar un tanto a egocéntrico, pero es la verdad. Bueno, o así era hasta hace un año, dos exactamente, solo que en el primero estaba demasiado ciega para identificarlo y en el segundo la realidad fue completamente parecida a un balde lleno de agua fría y hielo.
Que al caerle encima la despertó, pero también le quemó la piel a tal grado en que las heridas aun sanan de a poco.
Pero a veces se olvidaba de esa verdad y el balde volvía a caer más frío que el anterior, y su piel se magullaba de formas horribles.
No obstante, ella seguía haciéndose la ciega. Nadie quiere aceptar que la vida hermosa y color rosa que tenía en realidad no existe.
Que solo es una ilusión enfermiza.
¿Tendría que esforzarse aún más para conseguir lo que quiere?
¿Para que su madre la apoye en lo que ella quiere?
¿Para que su padre deje de trabajar como un esclavo?
¿Para que su hermano empiece a valorar la relación que tiene con Carol?
¿Alguien tenía que abrirle los ojos a la fuerza?
¿O solo tenía que esforzarse por conseguir cosas que solo le incumbían a ella?
Y aunque mayoría le incumbían, ¿Valían la pena esforzarse para que salgan bien?
No le importaba la respuesta, si tenía la posibilidad de cambiar, le encantaría hacerlo, así que si, se metería en lo que menos le incumbe para que las cosas salieran como ella quería, ese era su mayor defecto, y ella lo sabía, pero entonces llegó cierta pelinegra a su vida y desde ahí supo que no todo podía salir como ella esperaba, por más que lo deseara.
Era una sensación nueva y completamente adictiva que empezaba a ser peligrosa.
Un desastre venía hacía ella, pero no podías quejarte si ese desastre era pelinegro, con unos hermosos ojos grises, ojeras moradas y labios suaves, resecos, pero suaves. No te podías quejar de ese desastre, y menos si sus sentimientos eran lindos.
Sin embargo, nada de eso quitaba que esa chica, ese desastre, la iba a lastimar, Altea ya lo sabía.
No quería aceptarlo, así que hacía caso omiso a esa advertencia que le daba su conciencia. Estaba tapándose los ojos con una venda, ignorando el gran problema que tenía en frente, pero la cobriza no quería que sus ojos vieran esas verdades.
Tampoco sabía cómo o cuando ese desastre le haría daño, y la primera vez que pasó le dolió hasta el punto de quitarle el sueño y hacerla llorar como lluvia venteada. No estaba acostumbrada a que la ignoraran, y mucho menos a que le pidieran que se alejara.
Era más doloroso de lo que pensaba, y empezaba a tener sentimientos por la persona que le estaba haciendo aquella petición tan cruel.
Ni siquiera Diego la había llegado a ignorar por tanto tiempo, de milagro lo hacía por un día, pero nunca pasaba de ahí.
Diego; su mejor amigo desde los 10 años, era un chico gracioso, y aunque no hablen mucho gracias que están en grados diferentes y viven en barrios alejados, su amistad era pura y siempre se apoyaban y se aconsejaban.
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La historia de un suicidio
RomanceProblemas familiares. Problemas con ellas mismas. Problemas con su perspectiva del mundo. Problemas para aceptar un futuro, para aceptar que ya nada era igual a cuando tenían la inocencia de una niña de 6 años. _._._._._._._._._._._._._._._._._ Prob...