—¡Hace demasiado calor! —Fue el grito de Gyokuto, una de las hijas gemelas de Sango—. ¡Deberíamos ir a la playa!
—¡Sí! —Secundo su gemela.
Ambas estaban tiradas en el piso del departamento, acostadas, mientras esperaban que los adultos terminaran de hablar de sus días de escuela que se veían ahora tan lejanos. Kagome se rió del entusiasmo de las niñas por buscar alguna actividad para escapar un poco del calor que azotaba la zona.
—Niñas, no creo que realmente podamos ir a la playa en este momento. —Intervino Miroku antes de que sus hijas mayores se pusieran demasiado insistentes y terminaran despertando a su hermano menor que en ese momento se encontraba en sus brazos, durmiendo.
Sango sonrió ligeramente. —Sería buena idea —asintió—, pero no trajimos lo necesario para hacer un viaje a la playa.
—La próxima vez —les prometió Kagome a ambas. Las niñas se miraron, todavía acostadas en el piso, sintiéndose traicionadas por el poco apoyo de los mayores. Sango y Kagome se miraron, riéndose ante la rabieta silenciosa de las pequeñas. La chica le hizo una seña a una de las niñas, Kin'u fue a su encuentro—. Pero hay helado en el congelador para compensarlo —le dijo, en voz baja.
Kin'u se iluminó inmediatamente, llamando a su hermana en ese momento para que juntas se levantaran y corrieran hasta la cocina. Miroku se levantó solo un poco, lo suficiente para tener una buena vista de las gemelas y ayudarlas en caso de ser necesario; ambas chicas también les dedicaron una mirada hasta que el bote de helado estuvo en las manos de las pequeñas y volvieron al álbum de fotografías que descansaba entre ambas.
—¿Rememorando tiempos de escuela? —Fue el saludo que se escuchó desde la puerta principal, con Ayame entrando al lugar con su habitual buen humor. Kōga, su novio, venía detrás de ella con algunas bolsas llenas de comida. La chica se había ofrecido a cocinar para todos en esa ocasión.
Kagome asintió.
—Mi madre estaba bastante sorprendida cuando me reencontré con Sango en la universidad —les confesó.
Sango le sonrió. —Ayame y yo asistimos a la misma preparatoria, pero jamás nos topamos —rememoró.
La aludida gritó desde la cocina que todavía no podía creer que eso sea cierto mientras dejaba las bolsas en la barra de la cocina y empezaba a acomodar todo, Kōga la había seguido, pero había preferido robarle helado a las gemelas y alzarlas a ambas al aire, siendo atrapado por estas cuándo le pidieron que se quedara a jugar con ambas. Miroku prefirió ayudar a Ayame mientras Kagome y Sango terminaban poniendo la mesa, vigilando ocasionalmente al hijo menor de Sango que descansaba en el sillón de la sala.
—Nunca he visto fotografías de ustedes en preescolar —comentó Ayame a media comida, las gemelas parecían estar bastante entretenidas después de comer; algunos de sus juguetes se encontraban con ellas.
Sango buscó un álbum en específico que anteriormente habían abandonado debajo de los otros, tenían que agradecerle a la madre de Kagome por elaborar tantos álbumes; Ayame recibió en sus manos el álbum y empezó a verlo con total atención, sabía —gracias a sus amigas— que ambas realmente habían encajado con la otra desde el primer día. Se sentaron juntas durante mucho tiempo y, ocasionalmente, pasaban un fin de semana en la casa de la otra; se había dado de forma tan espontanea que nunca se preguntaron si eran o no amigas, ellas lo afirmaron.
—¿Quién es él? —Preguntó pasando por la segunda foto grupal que se mostraba. La mayoría de las fotos eran de Sango y Kagome en festivales, en alguna salida improvisada, en los días de clases que los padres podían asistir. Pero en las fotos grupales, junto a ambas chicas, había un chico con una cola de caballo y ojos que parecían dorados.
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Estaciones [Sesshome]
Fiksi Penggemar[Universo alterno, OneShot] -Te encontraré antes de invierno -le prometió. Era lo único que tenían, una promesa sin respuesta y una esperanza a medio latir a la cuál aferrarse.