los dos oráculos

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Es imposible no llorar la muerte de los dos enviados a sembrar la luz en la gran ciudad. Lloramos en una cueva mientras, irónicamente, el mundo celebra como demente la muerte de los dos viejos agoreros. Ya había pasado antes con las enfermedades, donde la gente de la tercera edad fue considerada tácitamente sacrificable, porque en este nuevo amanecer siniestro y oscuro los viejos no tienen cabida.

Una vez más, la humanidad destruye a los mensajeros, silenciando la voz de la liberación contra las razas vampíricas. Tal como dijo Logos, se han hecho varios intentos de rescate. Sin embargo, se cumplió con exactitud la misión. Los vimos comenzar una mañana vestidos con túnicas pobres, caminando lentamente apoyados en sus báculos. Al principio, la gente los recibió con algo de curiosidad, como sujetos pintorescos y folclóricos, típicos viejitos pueblerinos medio locos, limosneros delirantes que hablaban incoherencias, a ratos irritantes con sus malos augurios. Claro está que sus dichos carecieron de toda credibilidad porque vivimos en una sociedad evolucionada, donde la educación y el rigor científico descartan a los locos que salen por ahí hablando en nombre de Dios. Solo los niños supieron apreciar el valor de uno de los mendigos cuya cara amable los invitó a acercarse, a pesar de la resistencia de los mayores que, con el tiempo, comenzaron a preguntarse cómo un hombre tan miserable puede resolver problemas matemáticos tan complejos. Primero se convirtió en el maestro informal adonde concurrían los niños buscando resolver sus dudas sobre asuntos académicos. Cuando la fama creció, llegaron también los jóvenes con sus tareas de álgebra compleja. Luego vino la multitud, las teorías conspirativas, la búsqueda de una explicación racional sobre estos mendigos tan pobres que no tenían dónde recostar su cabeza.

Cierta día, un académico quiso probar la veracidad de la inteligencia de estos visitantes y les formuló una pregunta maliciosa para reírse de ellos frente a los estudiantes que periódicamente acudían a buscar consejos para sus tareas. Luego de formular el acertijo, el viejo alzó su vara diciendo: "La oscuridad de tu corazón que quiso reírse del mendigo se proyectará sobre la faz de La Tierra por tres días y luego vendrá la verdadera mañana, pero aún no será el fin." —"Ese viejito demente se llama eclipse y con los avances de la ciencia lo podemos anticipar con años de antelación. Ven lo que pasa, jóvenes, cuando no estudian: pueden terminar en la calle, presos de quizás alguna adicción que los haga delirar y hablar incoherencias". Los jóvenes miraron tristes, pero sabían que el prepotente tenía razón. Entonces todos se rieron intentando bajar la tensión del momento. El anciano se incorporó lentamente en medio de las burlas, acercándose al profesor, lo miró a los ojos: "Con luz responderé la pregunta que con oscuridad me hiciste, mientras intentas descifrar cómo puede un eclipse de tres días levantar a los muertos. Te aconsejo que busques respuestas, porque el mundo demandará de ellas de aquí a poco." Nadie pudo romper el silencio posterior a esta afirmación y los viejos se marcharon con destino desconocido.

Como una orquesta bien compuesta, comenzaron los azotes sobre La Tierra. El anuncio de la plaga de langostas causó risas; es algo a lo que el mundo aprendió a asimilar a lo largo de su historia, así que el factor sorpresa no llamó la atención de nadie. Eran dos dementes gritando cosas inconexas y sin mayores repercusiones. Las langostas llegaron como una nube del espacio que oscureció el cielo y acapararon portadas mundiales, una especie desconocida a la que el fuego no pudo enfrentar. Su llegada fue inesperada; ningún observatorio logró anticipar a los pequeños invasores con características de langostas pero diez veces más voraces. El mundo quedó perplejo; se trata de la primera plaga comprobada que llega desde algún lugar no determinado en el cosmos. Todas las cosechas fueron destruidas, empujando al mundo a una revolución alimentaria por supervivencia y estrictos controles de distribución y venta, controlados desde el Gobierno central con Cristofer al frente.

La humanidad supo enjugarse las lágrimas y reinventarse en la tragedia, creando enormes campos de invernaderos magnéticos, los primeros sin cubierta de la historia, un milagro de la ciencia aprovechando la tecnología de la levitación implementada en los trenes llevada al mundo agrícola. Las nanopartículas de grafito conductor de calor como ondas de sonido reemplazaron las cubiertas físicas contaminantes difíciles de degradar como el plástico y el vidrio, haciendo un uso máximo del sol y como sistema de defensa ante las langostas que, al acercarse, pueden recibir un golpe magnético que altera una minúscula capa de metal de sus cuerpos y las ahuyenta. La innovación llevó a cultivar extensos campos y el mundo enloqueció con la primera gran cosecha exitosa y abundante como el ego de la humanidad, porque lograron luchar contra la primera raza de diminutos extraterrestres.

El nuevo amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora