CAPITULO I TRISTEZAS

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Me encontraba en mi cuarto empacando las últimas cosas que quedaban antes de irnos a la nueva casa que compro papa. Acomodaba con mucho cuidado los libros que me había regalado mi madre en el último cumpleaños que pase con ella. En mi cumpleaños número doce para ser exactos. Y mientras hacia ese acto, varios recuerdos circularon por mi cabeza. Deje de empacar, y camine hacia mi cama, tome asiento en la orilla del colchón y medite lentamente. Estos últimos tres años han sido muy complicados para mi. Especialmente por la ausencia de mi madre, a quien extraño con furor. Tan solo el pensar en ella, provoca que las lagrimas recorran mis mejillas una vez mas.

Era un verano, cuando me entere de la horrenda y despreciable enfermedad de mi madre, que por dos años ella había ocultado. Por temor a los hospitales y principalmente por ahorrarse las molestias con mi padre. Tan solo ella quería gozar de buenos momentos en compañía de la familia, pero en especial la de nosotros. Recuerdo perfectamente que lo primero que note, fue un olor detestable en el baño, que por mas que quería investigar la causa de este, no encontraba ninguna explicación. Fue entonces, cuando descubrí que mi madre, se dirigía al baño y de forma silenciosa, vomitaba una enorme cantidad de sangre. En ese momento, le dije a mi padre. Y finamente mi madre se armo de valor para decirnos los síntomas que tenia.

De inmediato papa tomo cartas en el asunto, y la llevo a diferentes hospitales, las cuales le dieron diferente diagnostico. A lo cual nosotros creímos en ellos rotundamente.

Pero desgraciadamente, esos diagnósticos fueron una mierda.

Llevamos a mi madre a la clínica, y de inmediato le realizaron una transfusión de sangre y también le administraron grandes cantidades de suero. Al pasar un par de días, ella volvió completamente sana. (o eso pensábamos)

Su piel ya no era pálida, y había regresado a tener ese bello tono rosado. Al igual que sus labios mostraban un bello color carmín.

Paso una semana, y ella no había presentado ningún síntoma. La cual nos hizo sentir muy felices. Pero de repente, el vomito volvió, presentándose al menos unas cinco veces al día.

Papa en ese momento, le suplico que volviéramos a la clínica. Pero mama no quería eso. Deseaba primero pasar conmigo mi cumpleaños.

A pesar de que mi padre molesto le suplico múltiples veces, al final acepto celebrar mi cumpleaños.

Pasamos un lindo día en un parque, comiendo deliciosas comidas y gozando de la bella naturaleza. Pero no todo fue de color de rosa. Mama no podía evitar escupir sangre con cada bocado.

Me sentía desesperada al verla así, y principalmente por que aun desconocía lo que tenia.

Después de mi cumpleaños, mi padre la llevo de vuelta al hospital. Ahí cuidamos de ella por una semana. La bañaba y la alimentaba con comida hecha en papilla. Al igual que me desvelaba cada noche por ella. Vigilando atentamente su estado de salud; para cuando inicio una nueva semana, llego el inesperado estudio de mi madre. Una endoscopia. Que fue realizada por las cuatro de la tarde.

Ese día, me encontraba afuera en el pequeño del hospital, tomando un vaso de chocolate caliente. Estuve ahí hasta el final del estudio, cuando de repente, papa apareció a toda prisa y me tomo de la mano, causando que el vaso con chocolate cayera al suelo.

Ambos corrimos hacia la sala donde se encontraba hospitalizada mi madre. La vi a ella, acostada en la cama, rodeada de tres enfermeras, quien de inmediato, comenzaron administrarle suero, y dos bolsas de sangre; fue entonces que al verla, con la boca cubierta de sangre, causo un fuerte golpe de dolor de mi corazón.

En el momento en el que le suministraban el medicamento, comenzó a quejarse de un fuerte dolor que provenía del estomago; sus gritos invadían por completo la sala, inclusive llegaron hasta el pasillo.

VILLAGE MAINE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora