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Te daré lo que quieras, solo dime lo que necesitas.
HABLAR. La forma en que hablaba, usando ambos dedos para quitarse el licor de los labios, dejaba escapar una pequeña risa de vez en cuando y una sonrisa floreciente para acompañar todo. Atraída por su personalidad acogedora, un aura vibrante que se enrojeció, quedaste hipnotizada.
Hakkai te hizo sentir el hormigueo brotar en cada golpe de tu piel, él fue la razón por la que te aferraste, deslizando la palma de tu mano alrededor de su brazo para acercarte, solo querías escucharlo hablar.
Las palabras que pronunció tenían una pasión para ti y era evidente. Cualquiera podía darse cuenta de que estaba hablando de las mujeres de su vida, incluso de alguien en quien pensabas, y tu mente pasaba a él de vez en cuando.
—Bebé, come—
Hakkai era la persona perfecta que cualquiera podría desear, era guapo, encantador y atractivo. Y eso es lo que te hizo darte cuenta de cuánto lo querías, solo estaba destinado a ti y estaba claro.
Una dulce sensación de recibir, no podías resistir el fluir de tu mirada hacia él, era tan interesante, fascinante, y nunca querías que se detuviera. Levantando la cabeza para mirarte, su sonrisa se volvió dulce como el sabor de su whisky.
La forma en que su lengua bajaba rápidamente, humedeciendo sus labios. La forma en que sus ojos se desplazaban alrededor de tu cuerpo, mirándote como si quisiera tomar una foto de tu belleza. Era tan hipnotizador, y no sabías cómo detener el sentimiento que burbujeaba dentro de ti.
Empujaste el resto de tu plato a un lado ya que solo quedaban las sobras, entrelazando la mano con la de él para despertar sus ojos del dispositivo en los tuyos. Por la forma en que movió su cuerpo, serías adicta a la sensación que te dio.
Su rostro se presiono ligeramente contra el tuyo, el cálido toque de piel con piel mientras su mano frotaba tu brazo. La forma en que sus rasgos vulnerables cambiarían a una mirada ingenua, sincera y apasionada. Era como si fuera un modelo viviente de un dios griego, perfecto y hermoso.
