fuera de cordura; froger.

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freddie fem, sí.

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La tormenta azotaba de forma jubilada por los alrededores de una gran casa, en un pequeño pueblo, aunque, no dejemos de lado que aquello cada vez era más estridente. La lluvia era incesante, los rayos estaban a punto de aparecer; estallar contra la faz de la tierra. Una nebulosa inexistente se formaba en la cabeza de ambos, como un pensamiento inocuo para el otro, adormecido, frágil, pero fulgurantemente doloroso para quien pudiera escucharlo dentro de sí mismo. Como una voz destruida, fuera de cordura en su totalidad, incitante al descontrol. Un verdadero verdugo. Era un chillido sordo que los cubría en esa sala de estar, él estaba en una esquina, ella en otra. En el centro faltaba amor que pudiera unirlos.

Se podría decir que era lúgubre, pues se mantenían vivos gracias a la llama de una vela. Evitando ser devorados por la incomodidad, trataban de decir algo, pero no podían, todo se ahogaba en sus gargantas. Él tenía la mirada perdida en el suelo, recordando cómo había sucedido todo, cómo se había echado a perder algo tan sólido. Ella, veía la gran biblioteca que estaba a su costado, mirando los tantos libros que tenían almacenados, su juventud se exprimió en ese embriagante amor por la literatura.

Eran dos personas de vidas diferentes que un día se toparon en una tarde de otoño, casi por casualidad. Cuando sus vidas eran un desastre, cada uno en sus propias circunstancias. Pero algo tenían en común, estaban sedientos de cariño, de algo que pudiera brindarle paz a sus días, es por eso que, cuando se miraron a los ojos por primera vez, sabían que en el otro lo habían encontrado todo. ¿Cómo era posible que de ser una relación tan dulce terminara de otra forma tan grotesca? A eso ni siquiera se le podía llamar amor, pero ahí se mantenían. Ella daba hasta su último aliento para salvaguardar sus penas, quería que la relación floreciera otra vez. Porque estaba segura de que lo amaba, como nunca había amado a otra persona.

Era capaz de morir si no estaba con él.

—Tu sinceridad debería hablar de una vez, ¿No crees? —intervino la mujer luego de un largo rato de silencio, aproximadamente una media hora. Y fue por el nerviosismo que alisó sus prendas, no quería tener que escuchar lo que su pareja estaba por decir, pero algo le decía que era la mejor opción.

—¿Cuál sinceridad? Siempre he sido sincero, pero tú no lo has querido entender.

—No, no eres del todo sincero. Algo ocurre en nuestra relación, algo ocurre en ti. Deja los desentendimientos de un lado, dime qué demonios pasa, si tanto dices quererme, hazlo por eso. En estos últimos tres meses no has hecho nada más que herirme... —murmuró de manera cansina, y se pasó una mano por la frente.

—Ahora resulta que yo soy el problema, ¿No es así?

Hubo silencio, pero no duró mucho.

—Exactamente.

Él bufó, ahora sí fastidiado, mostrando un poco su cinismo. No quería tener que admitir que era su culpa, pero eso ya ni siquiera era una discusión en la que debía salir victorioso. Esa era una simple charla para aclarar ciertas cosas que estaban borrosas en el paisaje, que no les permitía ser felices. No era una competencia, tenía que parar. En todas las peleas siempre se había dicho un constante: Bien, lárgate. Algo cobarde con lo que debía acabar de una vez, sí, a ella la quería muchísimo. No merecía eso. Tenían que aclarar las cosas.

—Bien, sí. Es mi culpa entonces. —dijo cortante, casi sin querer decir algo más, pues tampoco encontraba las palabras adecuadas para emplear. Tenía un nudo irritante en la garganta, algo diferente a la tristeza, de repente frustración.

one shots  ੭  queenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora