Valor

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Capítulo siete: Un soldado sospechoso

Megumi busco a Sukuna por todas partes.

No lo encontró en la ciudad, tampoco en el puente, y cuando creyó que había vuelto al burdel, tampoco fue así.

Por un momento pensó qué el que Sukuna lo abandonara era algo destinado a pasar. No le sorprendía, pero si lo entristecía. En cierto modo, su corazón se había encariñado con el semidragón como un maestro a un estudiante o incluso como un amigo cercano, pero todo en su interior le advertía que solo era algo momentáneo. Que pronto el chico se cansaría de él.

Pero Megumi no podía culpar a Sukuna, él mismo se lo había buscado. Apartando a su único compañero de la manera más ruin y cobarde, atacando su corazón: alterando sus emociones y haciéndolas luchar contra su instinto.

El brujo caminó por el bosque sin rumbo fijo buscando distraerse. Si Sukuna decidía regresar lo encontraría en la ciudad a más tardar mañana, pero si no volvía, Megumi deberia continuar con el viaje sin él. Y quien sabe cuánto tiempo llegase a pasar para que se reencontraran. No le molestaba. Todo lo contrario, se sentía orgulloso de haber convertido a Sukuna en un joven fuerte y capaz de protegerse por sí solo. Sabía que Sukuna eventualmente sobrevivirá en tal caso de separarse. Despues de todo, era su mejor creación. Megumi jamás olvidaria eso.

Pero de momento, continuaria buscando. Utilizando la visión nocturna, Megumi tomo el camino oscuro del bosque, escucho a una que otra criatura merodeando por ahí, pero todas retrocedían al notar su presencia: una demasiado intimidante para ellos. Tras diez minutos de ese modo. El brujo, con los ojos destellantes de color verde, elevo la cabeza buscando en el cielo.

El viento movía las copas de los árboles y las hojas danzaban en el aire. Fue en ese momento, con la ayuda de la magia localizadora, que lo encontró. Sentado en la copa del roble más grande, mirando las estrellas, Sukuna se abrazaba así mismo mientras contemplaba el frio cielo nocturno. Megumi suspiró, rascándose la cabeza con impaciencia, ¿ahora como rayos hablaría con Sukuna? No sabía cómo iniciar una conversación luego de lo sucedido.

Insistía en que era necesario que el semidragón se apareara para bajar la intensidad de sus hormonas, pero Sukuna no parecía contento con su propuesta. ¿Por qué? ¿Por qué no estaba feliz? Cualquier joven adulto desearía poder tener la oportunidad de dormir con una linda hada del bosque, que por cierto, no eran para nada baratas.

Megumi no quiso seguir pensando en ello, simplemente aceptaría que Sukuna no estaba listo para dar el siguiente paso en su etapa y continuarían con el viaje, era lo mejor por ahora. Hacer las paces con el chico era lo mejor, y si por algunas razón Sukuna ya no quisiera continuar con él, Megumi lo aceptaría.

Con esa decisión en mente, el brujo fue escalando por el tronco del árbol. Gracias a la ayuda de sus dos dagas ocultas en su espada, fue subiendo con rapidez y destreza clavándolas en la corteza del tronco. Muy pronto, yacía en la cima del árbol, de pie en la rama contraria a la que estaba Sukuna.

El semidragón permaneció sentado en silencio, no movió ni un solo musculo cuando Megumi llego con él. Megumi por otro lado, tampoco dijo nada, solo se quedo a cierta distancia observando el semblante de Sukuna. Ambos en aquella rama del enorme roble. Con el cielo estrellado sobre sus cabezas y sintiendo la brisa helada del viento.

—No estoy enfadado.

Sukuna fue el primero en hablar luego de un rato, y con ello lo acompañaba aquel tono de voz que utilizas cuando quieres sacar aquello que ahoga tu corazón.

—No podría estarlo. —continuó—. Al principio te odiaba por obligarme a ser un esclavo, pero me he convertido en un semihumano admirable, todos me dicen lo fuerte que soy, cuando me miro al espejo, no veo un fracasado niño huérfano que solo sirve para juntar polvo. Veo a alguien, me veo a mí, y es todo gracias a ti.

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