Deseo

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Capítulo ocho: La criatura más fuerte

Tocaban las tres de la madrugada cuando las cigarras guardaron silencio.

Afuera, el viento de la montaña podía congelar a cualquier hombre que se atreviera a vagar a esas horas por el valle, y pese a que la luna iluminara con todo su esplendor, aquella noche seguía siendo sumamente oscura.

Adentro, por otro lado, en la tienda más alejada del campamento de soldados, yacía un calor abundante y acogedor.

Era la única de las tiendas donde el calor corporal había abrigado cada pequeño rincón del reducido espacio, y todo era culpa de la criatura sentada al borde de la cama, un joven semihumano que hace un par de semanas había llegado a la madurez.

Sukuna sostenía su cabeza con una de sus manos mientras aferraba los dedos a sus cabellos rosáceos. A cada segundo que pasaba, respiraba con más dificultad y de manera irregular.

Su cuerpo estaba caliente pero no se encontraba enfermo. Quiénes lo mantenían en ese estado, eran sus instintos...

Sentía aquella necesidad en lo más profundo de sus poros. Sentía aquel deseo crecer como fuego en su desnudo pecho empapado en sudor.

Lo quería, lo quería a él.

El brujo permanecía plácidamente dormido sobre la cama. No parecía tener problema alguno con bajar la guardia a un lado de Sukuna, al parecer, su único inconveniente era el asfixiante calor de la tienda. 

Ya que la pose con la que el brujo dormía —intentando huir del calor— solo lo exponía todavía más ante la mirada hambrienta de Sukuna.

El brujo traía la camisa entreabierta y mantenía una de sus largas piernas cómodamente colocada sobre las mantas en busca de un poco de frío, provocando de esta manera que el holgado pantalón que llevaba puesto expusiera parte de su piel.

Sukuna, ante esa vista, no parecía poder soportar por mucho tiempo más.

Quería tocarlo, necesitaba tocarlo.

Las marcas de su piel brillaban intensamente producto de su descontrol. Poco a poco, sentía como la conciencia iba abandonando su cuerpo y el miedo comenzaba a atormentar su parte racional.

No quería lastimar a Megumi, y dentro de sus lamentos, recordaba la advertencia del brujo « ¿Acaso quieres perder el control y violar a la primera persona que veas en el camino?» «Eres peligroso, Sukuna». Ahora comprendía a lo que se refería el brujo en esa ocasión y sus intenciones. Pero Sukuna dudaba que aquel sentimiento tan feroz en él se fuese a calmar con solo un polvo pasajero... no, claro que no, porque él no solo sentía deseos de aparearse, él deseaba hacerlo con alguien en específico.

Alguien que lo volvía completamente loco y que en esos momentos dormía indefensamente junto a él.

—Megumi...

Suplico en un susurro desesperado su nombre.

Sukuna fue arrastrándose por la cama desde los pies, poco a poco, fue gateando hasta estar semiacostado sobre Megumi, primero fue mirando sus piernas, tan blancas y delgadas, como las de una fina doncella... no tardo en subir la mirada a su cintura, decorada con un cinturón que sostenía parte de su atuendo.

Gruño de satisfacción de solo imaginar que la desnudez de Megumi estaba al alcance de su mano... solo debía desatar aquel cinturón.

Continuó observando, subiendo por el torso, pero esta vez, se tomo el atrevimiento de acercar su nariz y oler la piel del brujo, un aroma dulce y agradable, combinaba con la apariencia de Megumi.

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