Beyoncé

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Supongo que no hace falta que diga que una vez se terminó esa conversación, me fui directo a la ducha. Me quedé bajo el agua bastante rato, intentando encontrarle el sentido a lo que acaba de pasar. Quizá, de alguna manera, tenía la esperanza de que el agua me borrase los recuerdos de la última hora de mi vida y se los llevase desagüe abajo.

Quizá te estés preguntando el porqué de querer esos recuerdos borrados… si son, en cierto modo, lo que llevo esperando desde hace tantísimo tiempo.

Pues la razón fundamental es porque estando en esta situación me bombardean un montón de dudas. ¿Por qué haría eso estando borracho y no estando sobrio? ¿Por qué lleva tanto tiempo con Alex si siente algo por mí? ¿Realmente me respeta? ¿Me ve como un tío fácil al que puede tener cuando se le antoje porque sabe que siento algo por él? ¿Realmente me iba a usar sin más y luego olvidarlo todo?

Quizá las respuestas a todas estas preguntas no son las mismas que yo tengo en mente, pero si realmente no lo son, entonces hay muchas cosas que necesito que me explique.

Cuando fracasé miserable y dolorosamente en mi intento de borrar mis recuerdos, decidí que necesitaba mantener la mente ocupada; así dejaría de torturarme con tantas preguntas que seguramente nunca serían respondidas.

Cuando salí de mi habitación Scott estaba durmiendo en el sofá. No quise despertarlo así que cogí dos mantas para cubrir todo ese cuerpo larguísimo, le dejé agua en la mesita, un bote de aspirinas y una nota:

“Susan:

Voy a estar fuera todo el día. Hay algunas cosillas que quiero hacer. Si necesitas cualquier cosa, llámame. Queda comida china en la nevera, te la puedes comer toda si quieres. No llames a ninguno de los números que conseguiste anoche hasta que los hayamos comprobado.

Te veo  luego,

Samanta”

Acto seguido me marché. De camino al coche estuve pensando en ir de compras, porque eso siempre ayuda, al menos un poco. Pero en cuento arranqué el coche, la canción “Graveyard” de Feist empezó a sonar. Escuché la canción entera sin ni siquiera mover el coche, la última línea de la segunda estrofa me formó un nudo en la garganta.

Fue entonces cuando me di cuenta que la mejor forma de mantenerme ocupado era cantando. Llamé a Ryan Parma y le pregunté si podía pasarme. Me dijo que estaría libre en más o menos dos horas.

Me pasé por el Starbucks que está al lado del estudio con mi ordenador, y mis cascos en el bolso, lo había cogido todo para responder a algunos correos mientras me tomaba mi segundo café del día. Pero en lugar de hacer eso, me sumergí en la canción. La escuché por lo menos veinte veces seguidas para poder memorizar cada pequeño detalle.  La canción es perfecta tal y como está, así que no había mucho que cambiar. Solo me la llevé a mi terreno un poco, y tenía muy claro que solo quería un instrumento y la voz.

Cuando conseguí tenerla más o menos como yo quería, me dirigí al estudio. Una vez allí, le expliqué al equipo las ideas que tenía, y me dijeron que sería bastante fácil ya que con grabar un par de ángulos sería suficiente y así la edición tampoco sería muy complicada, de hecho era probable que fuese bastante rápido.

Todo iría sobre ruedas una vez que Jamey Arent, el guitarrista, tuviera bajo control todos y cada uno de los acordes, lo que consiguió increíblemente rápido. En menos de una hora y media ya lo teníamos todo bajo control.

Mientras Caleb Holleback, el ingeniero, y el resto del equipo estaban organizando todo para que me quedase un disco digno para subir a YouTube; volví a Starbucks y traje café, donuts, y galletas para todos. Cuando llegué de comprar la merienda, unos treinta minutos más tarde, casi habían terminado.

Solo quiero que seas felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora