Soltero y de camino a Europa

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Tan pronto como vi los mensajes, ni siquiera llegué al baño, me quedé parado exactamente donde estaba, lo llamé, y lo llamé, lo intenté una vez más, pero no cogía el teléfono.

Completamente desesperado, empecé a meter todas mis cosas en la pequeña bolsa de viaje, mientras le dejaba un mensaje detrás de otro en el buzón de voz, sé de sobra que lo de los mensajes no es lo suyo.

Mitch: *Scott, estoy aquí, siempre he estado aquí, se suponía que me tenías que llamar, pero nunca me llamaste, por eso no fui a casa.*

Estaba a punto de empezar a llorar, por eso paré de dejarle mensajes. Mientras me cambiaba de ropa, bebí tanta agua como pude para disolver el nudo de lágrimas que se me había formado en la garganta; hice una bola con el pijama; y lo llamé una vez más, pero aún segía sin coger el teléfono, así que le dejé otro mensaje de voz.

Mitch: *Scott voy de camino, llegaré lo antes posible, estoy aquí, te lo prometí, solo  ha sido un pequeño mal entendido. Scott, por favor, llámame en cuanto escuches esto, estoy preocupado por ti, por favor, Scott, por favor. *

Llegué a recepción y pagué por todo tan rápido como pude. La jefa de recepción se dio cuenta de que tenía prisa, así que, fue muy amable e hizo todo lo más rápido que pudo. Le di las gracias encarecidamente por entender mi situación, y me entregó un sobre. Cuando salí por la puerta corrí hasta mi coche tan rápido como pude.

Me subí y empecé a conducir en dirección a nuestra casa, creo que nunca me había dado cuenta de lo lento que puede ser el tráfico en LA, pero creo que ese día iba más lento de lo normal.

Una vez que entré en nuestra calle, no me podía creer que estuviese a punto de llegar, entré en nuestro garaje y aparqué justo al lado del coche de Scott, por le menos su coche estaba ahí. Dejé todas mis cosas en el coche, solo cogí el teléfono y las llaves, cerré el coche y corrí hacia nuestro apartamento. Abrí la puerta y grité su nombre desde la entrada. Pero no obtuve ninguna respuesta. Cerré de un portazo y fui a su habitación. Abrí la puerta pero no estaba allí. Empecé a preocuparme. “¿Dónde demonios está?” era lo único en lo que podía pensar. Volví a gritar su nombre “SCOTT”, y de nuevo, nadie me respondió.

Fui a mi habitación esperando que me hubiese dejado una nota diciéndome donde estaba.

Cuando abrí la puerta, perdí toda la fuerza en mis piernas, y mis rodillas se clavaron en el suelo. No lo pude evitar, y empecé a llorar desconsoladamente…

Estaba tumbado en mi casa, rodeado de un montón de botellas vacías, de diferentes bebidas alcohólicas, el cubo de la basura de la cocina estaba al lado de mi cama y, a juzgar por el olor de mi habitación, estaba lleno del vómito de Scott.

Empecé a sentirme mejor porque, al menos, estaba allí, aunque me preocupé por si había hecho alguna estupidez.

Me acerqué a él muy lentamente, rezando, creo, para que estuviese simplemente… borracho. Al tocar con la rodillas en lateral de la cama, coloqué mis dedos índice y corazón sobre su arteria carótida para comprobar sus constantes vitales, que hasta donde yo sé parecían normales.

Tenía la frente empapada en sudor, y estaba ardiendo. Fui a mi baño y empapé un par de toallas con agua fría y las escurrí, volví hasta donde estaba y le puse una en la frente, y la otra sobre el pecho. Parece ser que la camiseta se la había quitado y la tenía hecho un gurruño en la mano derecha.

El hecho de que no se despertara después de haber gritado su nombre dos veces y haberle colocado las toallas, me estaba empezando a preocupar de verdad, pero antes de dejar que el pánico me controlase, decidí llamar el médico de Scott.

Solo quiero que seas felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora