Capítulo 5: Lo que desaparece

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Hubo una promesa dicha esa noche entre Aotsuki y Nozomi, pero la chica de pelo negro aunque le hubiera encantado poder cumplir la promesa le era algo difícil y era un hecho que su compañera sabía bien. Su nuevo trabajo no era nada del otro mundo, seguía atendiendo a Douma como normalmente lo hubiera hecho desde un inicio, la única diferencia entre ella y las otras chicas era que Aotsuki siempre era requerida en todo momento, incluidas las noches (cosa que las demás no debían de saber).

Tres cuartas partes de su día las pasaba cerca de Douma o en su habitación, por lo que, el tratar de estar el menor tiempo posible a solas con él o de menos lejos, era absurdamente imposible de conseguir. Por más que lo intentara nadie podía suplantarla cuando el chico le llamara.

Ese día en particular todo estaba muy callado, pero a la vez las personas del culto se mantenían de un lado a otro sin descanso. Podía decirse que era un día dedicado a las plegarias.

En general todos los días la gente visitaba el culto desde las primeras horas del día guiados por horarios con intervalos de descanso entre cada uno. Durante esas horas Douma descansaba sobre su tan acostumbrado cojín terciopelo ubicado al fondo del lugar donde comúnmente en los templos habría una figura de la deidad adorada. El salón era adornado con sumo cuidado y dedicación, a cada lado de esta se colocaban dos postes con velas y sujetos de cada uno de los postes se alzaba una soga de la cual colgaban pequeñas cintas de colores a juego de los ojos de Douma, esta soga servía como una barrera que delimitaba hasta que punto podían acercarse las visitas a él.

Oraban, dedicaban ofrendas y se marchaban. Douma sólo se limitaba a observarlos y dedicarles una sonrisa, jamás les dirigía la palabra, sin embargo, una vez al mes existía un día especial donde la gente podía pedirle directamente y les respondería, la barrera de soga estaba más cerca de él e incluso en ocasiones rezaría por ellos. Por lo cual la cantidad de gente era mayor de la acostumbrada.

Los integrantes del culto se mantenían tranquilos haciendo sus labores intentando generar el menos ruido posible mientras que visitantes llegaban ante Douma para pedir por sus familias, sus cosechas y riquezas. Las cosas normales. Él los escuchaba y soltaba algunas palabras reconfortantes de que sus dichas serían bendecidas con el tiempo.

Aotsuki estaba de pie al lado del chico por si requería de alguna atención en particular, pero desde la mañana que había iniciado todo no le había pedido nada. Ella se mantenía en espera y callada.

Miraba cada tanto a las personas que llegaban: algunos del pueblo cercano y otros de más allá de las colinas; gente que ni siquiera tenía para comer o también algunos bien vestidos y con lujos; niños y ancianos. Era toda una gran variedad la que podría encontrarse en ese día que ni siquiera en su antigua casa se había dado el gusto de observar. Sin duda Aotsuki se percató de que se trataba de un culto de prestigio. Lo había notado desde un inicio porque no se podía tener un lugar tan grande sin poseer reputación, pero ahora que se daba cuenta de la magnitud no podía evitar sorprenderse.

En otras ocasiones la vista de la chica pasaba a su costado para ver a Douma. Existía algo (que no sabía ella que era), un algo que dejaba una sensación inquietante cada vez que él les dirigía la palabra a las personas o que les sonreía, como si no hubiera significado alguno en esas acciones. Pero quizá se trataba de la sugestión que Nozomi dejó sobre su mente, porque si algo estaba claro era que ese lugar guardaba algún secreto tan grande que podía hacer temblar a quienes sabían de ello.

—Aotsuki-Chan, ¿Me escuchas?

Su voz le hizo salir de sus pensamientos. Ya era la tercera vez que le hablaba y fue hasta ese momento que ella reaccionó por encontrarse demasiado centrada vagando en su mente. Al darse cuenta de la falta de respeto no pudo hacer más que disculparse juntando las manos en la parte baja una sobre otra e inclinarse más de lo normal.

La Pasión de ser Devorado (Douma) ||KnY|| [04]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora