Capítulo 9: Pasillo Helado

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—Ahora que lo pienso... —ambas jugueteaban con sus piernas moviéndolas en un vaivén mientras estaban sentadas. Disfrutando su pequeño tiempo libre bajo el cielo naranjo que se apagaba con lentitud—. ¿Cuál es la comida favorita del amo?

—... No lo sé.

Aotsuki le restó algo de importancia a la interrogante de su amiga, ahora con la misma duda revoloteando en su mente. Ni siquiera le había visto tomar algún aperitivo común que los de cuna alta tiene el privilegio de conseguir.

—¡¿Cómo no vas a saber?! —Hayami refunfuñaba moviendo con mayor fuerza sus piernas—. ¿Qué no le llevas su comida?

—En realidad no, pensé que alguien más se dedicaba específicamente a eso.

—Yo no he visto a nadie preparar y llevarle comida...

El silencio reinó tras la revelación, quedando en un profundo momento reflexivo sobre ese tema tan trivial. Como máximo Aotsuki le había llevado algunas bebidas (té, sobre todo), de vez en cuando había comida o dulces porque los miembros del culto que lo visitaban le dejaban esos obsequios, pero jamás le vio comer alguno.

—... Posiblemente Sayoko-San aún tenga esa tarea —concluyó.

—Si, lo más seguro.

Dejaron aquel tema hasta ahí, sin ganas de seguir indagando en su duda existencial del momento. Estuvieron un rato más hablando antes de que decidieran retomar con sus tareas y evitar que alguien les dijera que ya descansaron mucho y que aquello en consecuencia hiciera una reducción en su tiempo de comida.

Se despidieron como siempre en el pasillo donde sus caminos eran distintos. Aotsuki dispuesta a regresar a donde el chico fue interceptada por el mismo quien extrañamente vagaba por los pasillos a pesar de la hora (era normal que en ese tiempo solo se la pasará revisando papeles en sus aposento) para aumentar su extrañeza llevaba consigo aquellos abanicos dorados que vio en su habitación. Ella en un principio creyó que eran adornos bastante bonitos, pero se dió cuenta que eran tan solo un accesorio que a Douma le gustaba cargar casi siempre aún dentro de la residencia.

—Ahí estás.

—Creo que tarde un poco más en mi hora de descanso, fue un error mío —hizo una reverencia a modo de disculpa.

Quedó de pie frente a ella, posando sobre la cabeza de la chica su mano para acariciar su cabello y luego bajar para levantarle el rostro tomándola del mentón. Esas acciones la confundían tanto, pero se veía incapaz de negarse a ellas con tan solo mirar sus ojos, ese par de canicas arcoiris tan brillantes y hermosas a las que ni siquiera las piedras más preciosas podrían compararse. Se sentía tan afortunada de poder ver esos ojos tan de cerca.

—No es nada urgente no te preocupes —le tranquilizó y sonrió, soltandola segundos después—. Es solo que hoy tienes una tarea especial~

Por alguna razón, eso de "tarea especial" la puso algo nerviosa, sobre todo por no saber de que se trataba y esperaba estar a la altura de aquello o por lo menos no cometer ningún error. No le dio más detalles y simplemente le pidió que lo siguiera, ella obviamente obedeció sin preguntar nada.

Llegaron a la habitación, sin embargo la pasaron de largo, aquel detalle solo le provocó un aumento en sus nervios. Basado en todo lo que podía saber hasta la fecha (proporcionado mayormente por Hayami a quien le contaban todo las demás chicas) estaban entrando a un área del culto donde no se debía de acceder. Era un pasillo mas oscuro que los demás y bastante frío, como si estuvieran pasando a la etapa más cruda del invierno de un golpe.

Aotsuki se abrazó a si misma mientras caminaba, siguiendo el paso de Douma a quien no parecía afectarle en lo más mínimo el bajón de temperatura. Terminaron frente a una puerta con candado, que fue abierta con una llave que el rubio ya poseía en sus manos, una llave color azúl... Como si fuese hielo, o así lo imaginaba ella.

La Pasión de ser Devorado (Douma) ||KnY|| [04]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora