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Los siguientes días fueron muy duros para Eileen.

Acudió a su propio entierro y fue abrazando uno por uno a todos sus familiares y amigos que lloraban impotentes su joven pérdida.

Ninguno se percató de su presencia, Eileen lo sabía pues ella ya no poseía un cuerpo físico, pero aun así poder abrazarlos le hacía sentir mejor.

Vestía de luto, y lloraba en el suelo desconsoladamente encogida sobre si misma.

Se le partió el corazón en mil pedazos al ver a su amiga en ese estado. Siempre había sido tan alegre, y ahora estaba totalmente rota...

Eileen se sentó junto a ella y la abrazó con fuerza. Cerró los ojos y dos lágrimas rodaron por sus mejillas.

«No llores más por favor... » le suplicó a su amiga aun sabiendo que no la escucharía.

La niña seguía llorando su agonía mientras tartamudeaba palabras incomprensibles.

De pronto, una mujer se acercó a su amiga y la abrazó con fuerza tratando de consolarla.

«Abuela Amelia... » se le quebró la voz a Eileen

La mujer miraba la sepultura de su propia nieta con los ojos resecos y Eileen bajó la mirada, destrozada, incapaz de seguir mirando.

Se apartó de la escena, sobrecogida, y cuando terminó el entierro regresó a su casa caminando entre sus padres y cogió sus manos tratando de imaginar que ellos podrían sentirla.

Durmió en su cama, abrazada a la almohada y lloró su propia muerte.

Por las mañanas desayunaba, comía y cenaba como había hecho en otros tiempos, pero ya no podía sofocar su hambre cuando estaba hambrienta ni tampoco saciar su sed cuando estaba sedienta.

Y así, Eileen dejaba pasar los días. Le solía consolar el pensamiento de que todo lo que estaba sucediendo no era más que una pesadilla, un mal sueño del que despertaría en algun momento pero en el fondo ella sabía que no era así y que jamás regresaría junto a su familia.

Pasaban los días y Eileen se fue sumiendo poco a poco en una terrible depresión. Se encontraba completamente sola ante un inmenso mundo al que ya no pertenecía.

No obstante, sus ideas acerca de su soledad se desvanecieron una tarde de otoño.

«¡Hola!» la saludó un chico de pronto.

Eileen no contestó, ni siquiera se giró. Sabía que era su imaginación, pues ¿Qué más podría ser?

«Eileen» la llamó de nuevo el chico «Ese es tu nombre ¿no es cierto?»

«Déjame» contestó Eileen con desgana «No eres real»

El chico dejó escapar una risotada irónica.

«Pues yo creo que soy muy real» rebatió él «Soy Abel, el Guía de Almas, encantado de conocerte.»

El chico se plantó frente a ella y le tendió una mano en señal de saludo.

Eileen levantó la mirada por primera vez.

Se trataba de un chico algo más mayor que ella, de figura esbelta, ojos almendrados y cabellos castaños, algo revueltos.

Se trataba de un chico algo más mayor que ella, de figura esbelta, ojos almendrados y cabellos castaños, algo revueltos

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-𝐄𝐢𝐥𝐞𝐞𝐧- 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐲 𝐥𝐚 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora