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Un huracanado vendaval despertó a Eileen de su sueño cuando ya comenzaba a amanecer.

Abrió los ojos de golpe y una ráfaga de viento helado le golpeó en el rostro con fuerza sacudiendo sus cabellos pelirrojos.

Se cubrió con ambas manos tratando de protegerse inútilmente de la fuerza del vendaval.

Se incorporó a duras penas agarrándose a las ramas del sauce para no salir volando por los aires.

Cuando alzó la mirada contempló conmocionada que todo se había cubierto por un manto de blanca nieve.

El viento seguía rugiendo con fuerza y de las oscuras nubes del cielo no cesaban de caer copos de nieve que al poco rato pasaron a ser granizo.

«¡Abel!» gritó tratando de hacerse oír por encima del furioso rugido del viento «¡Abel! ¿Dónde estás?»

Se giró en todas las direcciones buscando con la mirada al ángel pero para su mayor angustia no lo encontró por ninguna parte.

Pensó en regresar hasta su casa y resguardarse allí pero entonces recordó que se encontraba muy lejos de allí: en mitad de un bosque, donde días atrás ella y Abel se habían instalado para estar más alejados de la sociedad a la que ninguno de los dos pertenecía y la cual les traía malos recuerdos a ambos.

Recordó que no muy lejos de allí había una caverna solitaria que quizá podría servirle de refugio hasta que el vendaval cesase o hasta que apareciese Abel.

Eileen se dirigió en dirección a la cueva lentamente luchando contra la furiosa fuerza del viento que en cada sacudida amenazaba con tirarla al suelo.

Avanzó lentamente hasta que por fin visualizó a lo lejos, entre el granizo, la silueta de la entrada a la cueva

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Avanzó lentamente hasta que por fin visualizó a lo lejos, entre el granizo, la silueta de la entrada a la cueva.

Se arrastró hasta su interior y solo cuando estuvo resguardada entre sus paredes rocosas pudo relajarse un tanto.

Se sentó con la espalda apoyada en la pared y se sacudió los ropajes que se habían cubierto de nieve.

Se encogió sobre si misma reprimiendo un escalofrió.

Solo cuando consiguió entrar en calor pudo razonar con claridad.

Abel había desaparecido y ella no podía saber que le había sucedido al chico.

Realmente estaba preocupada, sentía un gran aprecio hacia él y desde luego, había resultado ser un gran amigo. Pero no solo se debía a eso, pues sin su ayuda podría quedarse eternamente atrapada entre la vida y la muerte.

La sola idea la hizo estremecerse por completo.

Empezaba a desesperarse cuando de pronto escuchó pasos aproximarse desde el exterior.

Se incorporó de golpe y trató de distinguir entre el granizo la figura de Abel y para su alivio apareció caminando de entre la niebla una silueta humana con dos alas a su espalda.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2021 ⏰

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-𝐄𝐢𝐥𝐞𝐞𝐧- 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐲 𝐥𝐚 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora