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—¡Por Dios! —exclamó el sargento Reznor— ¡Escúchate, Boucher! Escucha lo que estás diciendo. No me digas que lo crees.
—Sí, lo sé. Suena bastante disparatado, pero esa fue su contestación. Es tan válida como cualquiera de las suposiciones hechas.
—¿A la señora le faltaba de la cintura para abajo? —Ellis era presa del pánico.
—Sí, eso fue exactamente lo que respondió.
—La historia de Steve —dijo Andrew—, pasó de poco aceptable a totalmente increíble.
—Eso, si el prisionero dijo la verdad.
—¿Acaso lo dudas McPearson? ¿Tienes alguna razón para dudar de él? Aparte de esta fantástica e inédita historia —preguntó el sargento Reznor.
—Me es difícil darle validez a tal argumento, aunque yo estuve ahí. No podría asegurar nada, tampoco podría negarlo.
Aparte de Steve, nadie conocía el secreto del oficial alemán, que entendía perfectamente el idioma inglés. Aun así no dejaba de ser el enemigo, pudo haber escuchado la plática del escuadrón, y tratar de sacar ventaja de los miedos expuestos, infundiendo mayor desconcierto entre los integrantes.
—Lo mejor sería investigar toda la casa —dijo después de liberarse de su pensamiento—. En mi opinión, debemos descartar todas las posibilidades antes de dar por cierto cosas inexplicables. Estoy de acuerdo con el sargento Reznor. La mansión ha sido revisada, pero sólo por partes. Resulta sencillo esconderse entre los pisos o detrás de los muebles.
—¿Estás loco, Steve? Hay una señora rondando por los cuartos, dentro de la casa. Le falta la mitad del cuerpo ¡La mitad del cuerpo! —exclamó Ellis.
—Nos dividiremos —dijo el sargento Reznor, sin hacer caso a las objeciones de Ellis—. Boucher cuidará del pasillo central...
—¿Dividirnos? Esa sí que es una mala idea —gritó Ellis.
—...En la escalera. Miller entrará por la cocina y McPearson por la sala. Yo esperaré por el comedor. Revisen detrás de cada mueble minuciosamente. Si hay alguien aquí, no podrá escapar. Tengan cuidado de no acercarse a las ventanas. La oscuridad no es tan densa como para evitar ser descubiertos por el enemigo. Moon, tú te quedarás aquí, cuidando de John y el prisionero. Al final nos reuniremos en el comedor. Si encuentran a alguien, amáguenlo con el arma y no duden en pedir refuerzos. Si la situación se torna peligrosa, no duden en ejecutarlo. Aunque lo prefiero vivo, necesito respuestas.
—¿Qué podría saber una persona encerrada en esta casa? Debe de ser un civil.
—Sus intenciones. No sabemos sus verdaderas intenciones, Miller.
—Esconderse, sobrevivir, pedir ayuda, ustedes escojan —sugirió Andrew.
—No es tan sencillo —Steve tomó la palabra—. A diferencia de nosotros, quien sea, no está atrapada y puede huir cuando lo decida. Escapar de la mansión significa estar a salvo. Ha tenido innumerables oportunidades, incluso si en estos momentos quisiera salir por la puerta principal, la atravesaría sin que pudiéramos evitarlo. Su presencia no encaja en el asunto.
—Da igual, McPearson. Cuando lo encontremos, obtendremos las respuestas.
—¿Y si no hay nadie en la mansión? —preguntó Jean Paul con malicia.
—Entonces sí, espero que alguien cargue una Biblia.
El escuadrón se separó tal y como el sargento Reznor lo había ordenado. Todos llevaban la bayoneta en la mano. El sargento Reznor tenía un par de cuchillos en su mochila, Jean Paul llevaba el . El uso de armas de fuego se acordó exclusivamente en caso de vida o muerte. Steve y Ellis preparaban sus armas, aunque este último se quedará a vigilar al prisionero, sin cruzar palabras. Andrew se arrimó a Ellis.
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La mansión Völler
HorrorSteve McPearson tiene una vida ligera y despreocupada, obsesionado con Loretta, su primer gran amor del colegio. En casa de sus padres, sin necesidad de estudiar ni de trabajar pasea en el auto por el pueblo de Yorkshire junto a sus amigos. Pronto...