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Poco a poco, todos retrocedieron instintivamente, en busca de un arma. Jean Paul y el sargento Reznor tomaron sus rifles. Ellis y Andrew corrieron a buscar los suyos, pues no los tenían a la mano. Steve buscó su pistola sin suerte. Entonces recordó haberla perdido arriba, en el incidente con la muchacha, al momento de arrastrarse.
Al notar esto, Jean Paul lanzó un silbido, aventándole una bayoneta.
—Supongo que es mejor que nada —dijo Steve, empuñándola.
—¡Es demasiado tarde! —pronunció el prisionero—. Estamos condenados.
—Habla por ti —dijo Jean Paul, apuntando a la escalera—. A mí no me tomarán.
La risa cesó, al igual que el palpitar de la mansión.
—¿Qué diablos fue eso? —Andrew encontró su rifle.
—No lo sé, Miller. Pero fue escalofriante ¡Salgamos de aquí cuanto antes! ¡Todos! ¡Sólo tomen lo indispensable y vámonos! No lo tomes a mal —dijo el sargento Reznor, mirando al prisionero—. No podemos llevarte con nosotros, no me arriesgaré. Tampoco tengo la sangre fría para matarte, no después de tu sinceridad. Te dejaré amarrado...
—Pero, sargento... —protestó Steve.
—Esta vez, no está a discusión, Mcpearson. Boucher, afloja un poco la cuerda. Te daremos una oportunidad de salir con vida, si logras desatarte podrás escapar.
—No esperaba nada más. Lo agradezco. Y aunque sé que no lo lograrán, corrección, no lo lograremos, les deseo buena suerte.
—¿Eso crees? —dijo Andrew— ¿Crees que no lo lograremos? Siéntate y disfruta de la función...
La luz de las lámparas se extinguió, en un apagón repentino. Un gran rayo partió la noche, desgarrando los cielos, impactándose en las inmediaciones del bosque, iluminándolo todo. El estruendo hizo vibrar hasta el último montículo de polvo dentro de la casa. Todos se quedaron en silencio, pasmados. Otro trueno, apenas más débil que el anterior, reventó en las afueras de la Mansión Völler.
—Ahora SÍ estoy asustado —dijo Ellis.
—No te preocupes, somos un equipo —dijo Steve, en un intento por calmar a su amigo—. Yo cuidaré de tu espalda, y tú de la mía ¿no?
De nuevo, la mansión vibró hasta los cimientos por otro espectacular trueno. La lluvia apareció de pronto, impactando, las tejas del techo, los tablones de las paredes y los cristales de las ventanas, en un ensordecedor y continuo traqueteo. Los truenos componían una macabra sinfonía de muerte y caos. Era una verdadera tormenta.
El cielo estaba cubierto de nubarrones, que fulguraban debido a las corrientes eléctricas que los atravesaban, descargando truenos y relámpagos por toda el área, incendiando partes inhóspitas del bosque.
Nadie se atrevía a moverse, la visibilidad cambió de un momento a otro, una niebla oscura llegó al sótano, enredándose por todas partes. Apenas podían distinguirse los unos a los otros, mientras escuchaban la peor tormenta que jamás habían presenciado. Las bisagras de la trampilla, en la escalera, chillaron cuando ésta se abrió lentamente. Todo el escuadrón se reunió en torno al sargento Reznor, obedeciendo su orden, apuntando directamente al final de la escalera.
Nada sucedió, la trampilla se abrió sin que nadie entrara. Los segundos se convirtieron en horas. La risa maliciosa de un niño se escuchó justo al final de la escalera. La tormenta pareció enfurecer. El viento jugaba con las copas de los árboles, ululando uniformemente.
Pasos se oyeron por la escalera, mientras un niño entonaba una canción de cuna. Los pasos descendían, pero nadie lograba ver nada, a pesar de la deslumbrante luz de los relámpagos. Nadie caminaba por la escalera, no obstante, los pasos y el canto, flotaban en el aire. Los pasos llegaron al pie de la escalera. Ellis y Andrew temblaban aparatosamente, transmitiendo su miedo a las armas, que también trepidaban. Jean Paul estaba asustado, aunque guardaba la compostura. El sargento Reznor no dejaba de apuntar al lugar de donde provenían los pasos. Steve, por su parte, era el menos asustado. Empuñaba su bayoneta con serenidad. Sus experiencias de horas pasadas habían forjado su temple.
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La mansión Völler
HorrorSteve McPearson tiene una vida ligera y despreocupada, obsesionado con Loretta, su primer gran amor del colegio. En casa de sus padres, sin necesidad de estudiar ni de trabajar pasea en el auto por el pueblo de Yorkshire junto a sus amigos. Pronto...