Capítulo 4: Harold - 17 de diciembre de 1977

7 2 0
                                    

—¡Harold! —le gritó su mujer zarandeándolo—. ¡Despierta! Está toda la cama con vómito.

Abrió levemente los ojos y vio que su mujer estaba con la cara roja del enfado, tapándose la nariz con la mano. Él se incorporó y vio que tenía todo el pecho cubierto de vómito.

—Sabes que no me hace gracia que bebas. —Estaba muy enfadada, y Harold no podía hacer otra cosa que mirarla haciendo pucheros para causarle pena, y, de algún modo, conseguir que su enfado no durara.

Ella no tardó en echarlo de la cama para lavar las sábanas y mandarlo directo a la ducha. Harold, todavía sin ser consciente de él mismo ni de su entorno ni, en definitiva, de nada, hizo caso y, cuando terminó de vestirse, bajó a la cocina a desayunar.

Terminó rápido su café y se despidió de su mujer antes de ir al garaje y montarse en el coche. Le había dicho que iba al trabajo, pero Harold no se presentó ese día en la fábrica. En cambio, condujo hasta una gasolinera abandonada que su padre había habilitado como un laboratorio personal. Aparcó el coche tras unos matorrales y cogió al perro muerto y lo llevó dentro.

Una vez allí lo dejó en una mesa metálica de operaciones y comenzó a explorar el cadáver. Era muy extraño. Podría ser un galgo, quizás, por su color y lo delgado que era, pero la cabeza no era proporcional al cuerpo, sino gigantesca. Y sus ojos, completamente negros, eran grandes, muy grandes. Harold se puso unos guantes de látex y cogió unos utensilios para abrir al animal.

Hizo una incisión en el abdomen (o lo que parecía el abdomen), y vio que no tenía vasos sanguíneos de ningún tipo. «Es imposible», pensó mientras metía las manos por el cuerpo del perro. No tenía ningún órgano similar a los de los perros. No presentaba un corazón, ni tampoco riñones, estómago, intestinos... Era una caja vacía rellena de un líquido viscoso y semitransparente.

—Esto no es un perro —dijo en voz alta sin darse cuenta—. Esto no es nada que los humanos hayan visto.

El hombre grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora